Abrir un museo de cera en el siglo XXI es como querer revivir la FISA, esa feria internacional que perduró hasta los noventa y que era la única forma de conocer los adelantos de la industria y tecnología, antes de que existiera internet.
No podemos excusarnos en los eslóganes de “nativos digitales” versus “inmigrantes digitales”, esa aproximación solo generará una generación de “huérfanos digitales”.