Todo lo que la centroizquierda ha empujado y justificado en la última década solo ha servido para desarticularla y dispersarla, imponiendo en su interior un nudo gordiano irresoluble. Algo que, con una alta probabilidad, el próximo el 11 de abril volverá a confirmarse.
Podrán encerrarnos, suspendernos actividades, impedirnos ver a nuestros padres, familiares y amigos que viven en otra región, pero no pueden quitarnos los recuerdos, la nostalgia de una época que, no siendo ni mejor ni peor, funcionaba, como decía Eugenia Garrido en el prólogo del libro de Salomó, a una escala humana.