Es cierto que a Piñera se le ha criticado el gradualismo. Tal como se le ha criticado a Macri. Pero las diferencias son evidentes. Ni Argentina es Chile, ni el legado de Cristina es el legado de Bachelet.
Bajo la creciente polarización y fragmentación políticas, un sistema presidencial no puede sino generar gobiernos débiles, diluyendo al mismo tiempo la responsabilidad política por la paralización del avance de cualquier programa político de significación.
De la obra de Elliott queda claro que la historia puede y debe ser un campo de conocimiento en el que se cruzan las más variadas facetas de la vida humana.
Esperemos que no llegue el día en que el título de “Ciudad Jardín” y el mismo “Reloj de Flores” se conviertan en estigmas de una sociedad que, inconsciente de los cambios, se dedicó a derrochar el agua, en vez de cuidarla para las futuras generaciones.