El Gobierno, con el buen tono y con el buen tino de los nuevos ministros, acompañados de la anémica fuerza que hoy tiene, ha ido entregando punto a punto las materias que nunca pensó entregar.
La constitución debe regular el sistema político y garantizar los mínimos en que hay amplio consenso. El resto, debe quedar entregado a la política democrática ordinaria.
Nuestra Constitución ha debilitado el poder del voto y con ello ha contribuido a que las generaciones jóvenes abandonen la política institucional y la sustituyan por diversas formas de protesta.
Padecemos de una estructura productiva demasiado dependiente de unos pocos recursos naturales, con una insuficiente diversificación y sofisticación del aparato productivo.