El drama es precisamente ese: cómo sigue funcionando un país en medio de la más grave crisis política y social de los últimos cuarenta años sin gobernabilidad, sin Constitución, sin estado de derecho, con la violencia rondando a la vuelta de la esquina, y en medio de una pandemia que genera destrucción económica, cesantía, privaciones, encierro, desesperanza.
La gente gastará parte de sus ahorros para aliviar en algo una situación dramática, cuando es el Estado el que tiene la obligación de aminorar los efectos de esta crisis.