Mantener su vida activa es un deber, en medio de la rigidez de su condición de Monumento y la burocracia que aletarga su conservación, más dañino aún es el olvido que inmoviliza, y genera pérdidas irreparables, disminuyendo la posibilidad de disfrute y uso de nuestra sociedad.
Las redes sociales son, en la actualidad, una tierra de nadie de la que difícilmente podamos salir indemnes en el próximo plebiscito y las futuras elecciones.