Vienen tiempos difíciles, de los que el país no saldrá en buen pie a menos que logre generar un piso mínimo de acuerdos y de gobernabilidad, restableciendo confianzas con una importante dosis de realismo.
¿Por qué las convicciones que los comunistas tienen sobre Cuba, Venezuela o Nicaragua no son ni fueron un problema para que Boric los integre a un pacto de gobierno?
Hoy el panorama es otro: el país parece encaminarse a una disputa que es del todo consistente con la polarización vivida desde el estallido social. Y a la derecha le volvió el alma al cuerpo.
Dicha violencia -proyección de miedos y anhelos ancestrales- está llamada a seguir siendo un eslabón decisivo en el proceso de transformaciones en el que hoy se encuentra embarcada la sociedad chilena.
Sebastián Piñera es efectivamente un símbolo de todo lo que para sus adversarios merece ser destruido: privilegios, desigualdad extrema, riqueza y ambición sin límites.
Lo inverosímil, lo trágico, es que la gente fue convencida de que no importa gastarse los ahorros previsionales de toda una vida porque, de alguna mágica manera, el Estado podrá compensar y reponer esta pérdida.
Lo consistente, sería que termine confirmándose precisamente aquello que hoy anticipan todas las encuestas y que el país se dé el gusto de votar por Gabriel Boric.
Un grupo de constituyentes intentará consumar un acto de prestidigitación ingenioso, para convencernos de que los 2/3 que están obligados a respetar serán el resultado de una decisión “soberana” tomada por la propia Convención.
El entusiasmo generado por el espectro de esta abundancia ha comenzado a instalar también un manto de indolencia frente al deterioro político e institucional en marcha.
El triste aporte de una clase política que de manera sistemática contribuye a esta crisis apoyando políticas públicas irresponsables como los retiros de fondos previsionales, o esfuerzos de desprestigio institucional como los observados esta semana en contra del propio Banco Central y el Servel.
El detalle, el pequeño problema, es que esta situación es tan artificial como insustentable: la gente no va a volver a recibir un flujo de recursos de esta magnitud en un lapso de tiempo semejante nunca más.