Clímax

12 de Diciembre 2021 Columnas

Esta campaña para el balotaje ha sido el fiel reflejo del deterioro cultural vivido en los últimos años; un proceso de descomposición que terminó por cristalizar opciones que son más un síntoma del problema, que parte de las eventuales soluciones. Los candidatos cambian sus ofertas programáticas con una frivolidad que asombra, sin necesidad de fundamentar nada, dejando claro que las convicciones brillan por su ausencia y que todo vale para seducir a los que no son parte de sus incondicionales. Y estos últimos han confirmado también que ningún traspié, ninguna vergonzosa ignorancia, es motivo siquiera de una mínima reflexión sobre el camino escogido.

Es que nada importa, solo ganar o perder. El país lleva mucho tiempo siendo arrastrado a un juego de suma cero, donde lo único importante es convencer a la mayoría de que los responsables de todos los males son los adversarios que están al frente. La fractura se profundiza, dejando claro que cualquiera sea el próximo Presidente, será la encarnación de una minoría sin voluntad de entendimiento para abordar ninguno de los reales desafíos que hoy se enfrentan. Y quienes pierdan, se avocarán desde el primer día a buscar la forma de echar abajo a un gobierno legítimo emanado de las urnas. En una palabra, lo mismo que la oposición ha hecho estos últimos dos años con la actual administración.

n efecto, nada ni nadie puede quedar al margen de esta lógica de trincheras. Ni siquiera el Colegio de Periodistas, los profesionales que tienen como tarea entregar la información con el mayor rigor y objetividad posible. El gremio de los que hacen las entrevistas a los candidatos y a sus colaboradores, los que tienen la tarea de interrogar en los debates, ya comunicó a la opinión pública que no es neutral, que respalda a una de las opciones en disputa. Simplemente insólito. Mañana en el debate para la televisión la primera pregunta debiera ser para los propios entrevistadores: ¿no existe un evidente conflicto de interés entre la decisión tomada por el colegio profesional que los representa y la labor que están ahora ejerciendo?

Pero no es una rareza. Es solo un síntoma más de este clímax de impudicia, donde las aberraciones de lado y lado se tapan y se minimizan por los incondicionales, con la única finalidad de ganar como sea. Y es también un anticipo de lo que viene, de una espiral de deterioro político y ético que seguirá su marcha inexorable, mientras no exista la posibilidad de poner el pie en el freno y empezar a construir una voluntad transversal y mayoritaria, que decida sacar al país de esta lógica. Hoy esa alternativa no se ve por ningún lado y la ciudadanía tampoco parece demandarla. Por eso las opciones que llegaron a segunda vuelta son las que son.

¿Alguien de verdad puede creer que la vía de salida a la crisis que hoy enfrenta Chile pasa porque gane uno y pierda el otro? Al parecer todavía sí.

Publicada en La Tercera.

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