Nueva singularidad

7 de Noviembre 2021 Columnas

En la encuesta del CEP de agosto pasado se observaron las primeras señales de un rechazo creciente a la violencia, y de un aumento en la valoración del orden público. Parecía que algo del entusiasmo y las expectativas cristalizadas a partir del estallido social comenzaba a decaer. En la encuesta de Feedback conocida este viernes la tendencia se refuerza: los ciudadanos que priorizan los cambios políticos con el objetivo de reducir la desigualdad social representan el 29% de la población, en contraste con un 53% que se inclina por el imperativo de “recuperar la estabilidad para poder vivir tranquilo.”

El desgaste y el cansancio con la ola de violencia iniciada el 18 de octubre de 2019 es entonces evidente, a lo que en los últimos meses se agrega una nueva incertidumbre, provocada por el aumento de la inflación y el alza en las tasas de interés. El miedo a perder lo que se tiene ha ido desplazando a la esperanza en que los cambios impuestos desde la calle generen mejores condiciones de vida. En la intersección de ambas dimensiones (violencia y deterioro del orden público) y el temor a una futura precarización económica asociada a la inflación, podría encontrarse una de las causas de la sorprendente alza en las encuestas de José Antonio Kast.

Quizá sin ser muy consciente de ello, dicha candidatura habría logrado hacer sonar estas dos teclas de manera simultánea, construyendo una armonía de sentido donde finalmente la violencia y la destrucción del entorno público, están comenzando a conectarse cada vez con más fuerza a la angustia generada por la inflación y el encarecimiento del dinero. Entre la esperanza de ver la vida mejorar al miedo a verla deteriorarse, el candidato republicano logró en el último tiempo establecer una conexión políticamente decisiva con el fenómeno de la violencia, que está siendo una de las claves de su irrupción en las encuestas.

Seamos francos: hasta hace un mes la derecha tenía la elección presidencial perdida, divagaba entre la lógica del mal menor, su escaso entusiasmo por la opción oficialista y una candidatura puramente testimonial. Hoy el panorama es otro: el país parece encaminarse a una disputa que es del todo consistente con la polarización vivida desde el estallido social. Y a la derecha le volvió el alma al cuerpo. Se ha vuelto nuevamente competitiva, tiene a un candidato liderando las encuestas e, incluso, con posibilidad real de imponerse en el balotaje. Un escenario hasta hace muy poco impensado, al cual han contribuido también las debilidades comunicacionales y desaciertos políticos de los demás candidatos.

De confirmarse la tendencia observada en las recientes encuestas, el país camina hacia la elección más dramática desde 1990. Una contienda con resultado incierto, pero donde el desenlace en apariencia consistente con lo vivido desde el estallido social ya no es el único posible. Es más, hoy no es descartable que termine siendo el más contraintuitivo de todos.

Publicada en La Tercera.

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