Escuela de Periodismo UAI. Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
En este panorama, se mantiene la duda en cuanto a cómo y bajo qué parámetros el chileno de a pie podrá informarse realmente respecto de la nueva Constitución y lo que de verdad significará su voto el próximo 4 de septiembre.
Lo que hay que pensar ahora es cómo se genera lo que en realidad la ciudadanía quería: un texto que se haga cargo de las demandas transversales y no las de un sector político, cualquiera este sea.
Esta ceremonia que debiera haber sido una fiesta de todos los chilenos y chilenas, y que tenía que ser un hito de Estado, termina convirtiéndose en un evento de nicho, en el que no todos caben y donde no queda claro un concepto que será esencial para el plebiscito: esta Constitución debe ser la casa de todos y todas.
En el fondo, más que esperar que la gente reaccione “por la razón o la fuerza”, en esta ocasión -quizás mucho más que en las anteriores- es extremadamente importante que la campaña se haga desde la educación cívica, con un proceso más informativo que propagandístico”
Pero para los habitantes de Valparaíso los tecnicismos no son relevantes a la hora de entender por qué ningún gobierno se pone los pantalones en un proyecto que tampoco es una invención de la modernidad.
Se trató de un discurso esperanzador, de un Boric que retomó simbólicamente la épica que en un árbol en Punta Arenas, pero con una profunda apelación a la confianza que nuevamente va a ser puesta a prueba, aunque ya no quede mucha paciencia.
Pareciera que gran parte de la energía de la convención –o al menos de los que meten más ruido mediático- está puesta en cómo evitar cualquier opinión, disenso o alternativa, y no en hacer la mejor Constitución posible.
Este estado de excepción acotado y las otras descoordinaciones hablan de un gobierno que intenta innovar –algo fundamental para avanzar en este conflicto que lleva siglos-, pero sin lograrlo.
Sea por la razón o la fuerza, cualquier intento por desprestigiar a los medios de comunicación y la labor que realizan, es un atentado a la libertad de prensa que costó mucho recuperar al término de la dictadura y por la que tantas y tantos comunicadores lucharon durante esos 17 años.
Para que un acuerdo en contra de la violencia no se convierta solo en un bonito slogan , el discurso de la élite política e intelectual deberá ser claro y de una sola línea
en un país donde el 50% de sus habitantes admite que no lee absolutamente nada y un porcentaje similar no entiende lo que lee, la posibilidad de que los chilenos y chilenas realmente se lean en profundidad ese tremendo articulado es bien lejana.
La desigualdad sigue siendo un problema sin solución y la violencia sigue siendo defendida como método de lucha política y social. En plena –aunque imperfecta- democracia.