Esto “no prendió”

14 de Agosto 2022 Columnas

Apenas unos días antes de que comenzara el estallido social de 2019, cuando recién los estudiantes comenzaron a evadir el pasaje del metro, el expresidente de esa entidad, Clemente Pérez, lanzó una de las tantas frases de ese año que quedaron para el bronce: “Cabros, esto no prendió”, dijo. Poco tiempo pasó para que la clase política se diera cuenta que, literalmente, Chile sí se encendió.

Fue poca la capacidad de visión del expolítico, pero sus palabras vuelven a la memoria hoy, en otro contexto, a partir de la nueva Constitución y el plebiscito que viviremos en solo tres semanas más. Porque a juzgar por la actitud del oficialismo y la oposición, llama poderosamente la atención que casi todos –a excepción del presidente del PC, Guillermo Teillier, con vaivenes- tengan sus ojos puestos en el 5 de septiembre, dando por perdida de antemano la jornada en el que los chilenos irán a las urnas.

De hecho, la discusión se ha tornado a ratos ridícula y con muy pocos poniendo las fichas en lo que sucederá el día mismo de la votación, sobre todo entre quienes apoyan –en algo al menos- el documento emanado de la Convención. Son escasos los que apuestan pública y derechamente por este y los debates están concentrados en lo que sucederá a partir de la semana después: qué se hará con la nueva Constitución si los chilenos la respaldan o qué se hará con la antigua, si los votantes no se atreven a darle el visto bueno al trabajo de los constituyentes.

Un análisis radial durante la semana daba cuenta de aquello y de manera jocosa, pero lamentablemente cierta, mostraba cómo hoy dan vuelta al menos siete denominaciones para quienes defienden la nueva Constitución: Apruebo (a secas), Apruebo para reformar, Apruebo para gobernar, Apruebo para armonizar, Apruebo para implementar, Apruebo para transformar y Apruebo para perfilar. Y hay más, lo que ha terminado generando un nivel insólito de confusión en los votantes.

Quienes están en contra del nuevo texto, en tanto, también tienen distintas variantes, pero hay que admitir que son bastante menos: básicamente la diferencia está entre los que rechazan para iniciar un nuevo camino constitucional hecho por expertos, los que lo hacen para reformar el documento de 1980 y los que no están por ningún cambio. Pero la verdad sea dicha, en estas últimas semanas la oposición ha guardado un cómodo palco –comiendo palomitas, diría una buena amiga- mientras el oficialismo sigue poniéndole apellidos a su propuesta y no logra consensuar ninguna línea –ni comunicacional ni política- única y sólida.

Si bien el expresidente Ricardo Lagos fue el primero en prender las luces respecto de que la nueva Constitución no generaba unidad –y la antigua tampoco- llama la atención que quienes, en un comienzo, se lanzaron como kamikazes en contra del exmandatario, finalmente terminaron instalando líneas bastante similares y pareciera ser que el único acuerdo en la centroizquierda es que hay que reformar lo que salga del 4 de septiembre y asegurar, por la vía de esa promesa, el respaldo de quienes, dentro del 80% que apoyó la construcción de una nueva Carta Fundamental, ahora no están convencidos.

La izquierda más dura, en tanto, considera a todos “traidores” o “amarillos”. Y se lanzan en contra de la “cocina” del acuerdo logrado esta semana entre el gobierno y la exconcertación –con reticencia del PC-, desconociendo que precisamente la negociación es clave en un país como Chile y que si el proyecto de nueva Constitución tiene un complejo futuro es precisamente por la soberbia de actuar sobre la base de que solo algunos tienen la verdad absoluta e irrefutable. Mientras, la oposición aprovecha el momento de manera oportunista y se lanza también a criticar el pacto, olvidando que en la historia reciente ellos han sido parte relevante de esas alianzas cuando el país lo ha necesitado.

Finalmente, lo que los chilenos demandaban luego del 2019 tenía que ver con la esperanza de un país mejor. Pero esa promesa es precisamente la que se desvaneció luego de que la Convención no lograra concretizar esos anhelos. Pero tampoco lo están haciendo hoy ni el oficialismo ni la oposición con sus Apruebo o Rechazo con apellidos, que solo confunden a una población que deberá optar entre dos opciones, no entre más de diez.

Como diría el nunca bien ponderado Clemente Pérez, pareciera ser que la nueva Constitución “no prendió”. El problema es que la antigua se incendió desde su origen. Y lo único que hoy está claro es que, para bien o para mal, el 4 de septiembre esto recién comienza.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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