Escuela de Periodismo UAI. Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
Pero para los habitantes de Valparaíso los tecnicismos no son relevantes a la hora de entender por qué ningún gobierno se pone los pantalones en un proyecto que tampoco es una invención de la modernidad.
Se trató de un discurso esperanzador, de un Boric que retomó simbólicamente la épica que en un árbol en Punta Arenas, pero con una profunda apelación a la confianza que nuevamente va a ser puesta a prueba, aunque ya no quede mucha paciencia.
Pareciera que gran parte de la energía de la convención –o al menos de los que meten más ruido mediático- está puesta en cómo evitar cualquier opinión, disenso o alternativa, y no en hacer la mejor Constitución posible.
Este estado de excepción acotado y las otras descoordinaciones hablan de un gobierno que intenta innovar –algo fundamental para avanzar en este conflicto que lleva siglos-, pero sin lograrlo.
Sea por la razón o la fuerza, cualquier intento por desprestigiar a los medios de comunicación y la labor que realizan, es un atentado a la libertad de prensa que costó mucho recuperar al término de la dictadura y por la que tantas y tantos comunicadores lucharon durante esos 17 años.
Para que un acuerdo en contra de la violencia no se convierta solo en un bonito slogan , el discurso de la élite política e intelectual deberá ser claro y de una sola línea
en un país donde el 50% de sus habitantes admite que no lee absolutamente nada y un porcentaje similar no entiende lo que lee, la posibilidad de que los chilenos y chilenas realmente se lean en profundidad ese tremendo articulado es bien lejana.
La desigualdad sigue siendo un problema sin solución y la violencia sigue siendo defendida como método de lucha política y social. En plena –aunque imperfecta- democracia.
La pregunta que queda en el aire es cuánto aguantará la línea de crédito que la ciudadanía le ha entregado al gobierno. Efectivamente, ésta puede ser muy elástica, pero en algún momento los fondos se acabarán. Y los ministros, sobre todo Izkia Siches, deben cuidar ese capital para que la luna de miel dure lo más posible”
Estamos de acuerdo con que los DD.HH., la crisis climática o el déficit habitacional son problemas primordiales, pero la seguridad y la violencia arraigada en este nuevo Chile también lo son.
La norma no obligará a nadie a abortar –así como la ley de divorcio no forzó a nadie a separarse-, sino que protegerá a quienes por distintas –y dolorosas- razones deciden hacerlo.