Desquiciados

27 de Marzo 2022 Columnas

Un meme anda dando vueltas en redes sociales. En él se lee “los adultos de Chile están preocupados por la violencia de sus hijos en el colegio”. Luego, una imagen de un tremendo taco y la “conversación” entre dos conductores que llevan a los niños a sus escuelas, donde se lanzan garabatos irreproducibles.

Aunque es un chiste, como siempre, el humor parte de la realidad. Y lo cierto es que esta semana hemos visto más realidad de la que muchos quisiéramos. Pareciera que el miedo, la inseguridad y la violencia se apoderaron de nosotros. Enloquecimos.

Aquello se hizo carne en estos días en distintos –y dramáticos- episodios. El que probablemente más estremeció al país fue el asesinato de Matías Villarino, joven de 21 años que murió a manos de vecinos de La Florida, quienes lo golpearon hasta su fallecimiento, pues pensaron que era un delincuente intentando robar. Pero se trataba de un chico asustado que escapaba de personas querían asaltarlo.

¿Se trató solo de un malentendido? No. ¿Habría sido menos grave si efectivamente hubiera estado intentando entrar a robar? Claramente, no.

No fue solo una equivocación, pues el hecho habría sido igualmente repudiable si hubiera sido una persona delinquiendo. Porque en la medida que como individuos hemos decidido vivir en sociedad y hemos adoptado un contrato social por el que entregamos parte de nuestra libertad a cambio de poder convivir, entonces tenemos que cumplir con las reglas de este grupo organizado llamado Chile. Y dentro de esas normas hay una clara: la justicia no la administra cada uno, sino que adjudicamos esa tarea a las policías y los tribunales, a partir de leyes que son definidas democráticamente.

Las detenciones ciudadanas –si bien están establecidas en nuestra legislación bajo ciertos parámetros- son un arma difícil de administrar, sobre todo cuando vivimos un aumento de la sensación de inseguridad y también de algunos delitos. Y cuando ciertos medios de comunicación también han hecho de la delincuencia una fuente de rating.

Las cifras, además, ayudan a esta especie de histeria colectiva. De hecho, a comienzos de este año, datos de Carabineros mostraban que, durante la primera semana de 2022, los robos con violencia aumentaron 70%, y los robos con intimidación, 61%, comparándolo con el mismo periodo de 2021.

Los números de la Fundación Paz Ciudadana tampoco son auspiciosos: durante 2021, en el 31,6% de los hogares, al menos una persona fue víctima de un robo o un intento de robo en los 6 meses anteriores al estudio y la victimización llegó a la misma cifra. Es decir, uno de cada 3 chilenos ha sufrido la delincuencia y la misma proporción de connacionales siente miedo (aun cuando no haya tenido la experiencia).

Aquello probablemente tiene que ver con la violencia irracional de esos vecinos de La Florida. Pero no la justifican. Porque como dijo la madre del joven fallecido, son adultos, que tomaron decisiones como tales.

Pero detrás de esta situación y de otras imágenes que golpearon el estómago de varios en estos días, también hay otro factor: el nivel de violencia en Chile aparece al menos como preocupante. La golpiza a una mujer en un paradero de colectivos en Quillota, por parte de tres hombres que discutieron con ella por el puesto en la fila; las constantes agresiones en colegios y liceos; los acosos hacia alumnas de universidades en su trayecto diario, o el hecho de que nuestra región sea, nuevamente, la zona del país que concentra mayor cantidad de denuncias por homotransfobia (con un 36,4%, lo que duplica incluso a la Región Metropolitana) son espeluznantes para cualquiera. Qué decir de lo que sucedió esta semana en escuelas de Valparaíso, donde estudiantes patearon muebles, golpearon a docentes e incluso los amenazaron de muerte, paradójicamente, para protestar contra la violencia. Todo esto “amenizado” por el peligroso aumento de la cantidad de armas en poder de cualquiera y el arribo de bandas criminales internacionalmente conocidas, algunas de las cuales incluso han tenido su centro de operaciones aquí en la región.

Todas esas temáticas deberán ser enfrentadas por el Presidente Gabriel Boric, sobre todo considerando que el combate a la delincuencia fue parte de sus promesas de campaña. Sin embargo, hasta ahora, no ha estado entre las primeras medidas anunciadas por el gobierno, pese a la urgencia con la que la ciudadanía demanda solución. Estamos de acuerdo con que los DD.HH., la crisis climática o el déficit habitacional son problemas primordiales, pero la seguridad y la violencia arraigada en este nuevo Chile también lo son. No podemos convertirnos en completos desquiciados.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram