En momentos en que el mundo se debate entre proteccionismo e integración, entre reglas justas y discreción, es importante cristalizar nuestra vocación profundizando las relaciones con países comprometidos con la integración.
Ocurre que la falta de competencia es indicativa de privilegios. De ausencia de mérito para ganarse el mercado y de rentas excesivas en beneficio de un grupo y en desmedro de los consumidores. En cambio, una economía competitiva es una economía de acceso abierto, sin privilegios.
Lamentablemente, demasiadas veces miramos al excéntrico con el recelo que pesa sobre el que se sale del molde. Como si la originalidad fuera pecado en lugar de elogiable virtud.
Al incorporar el efecto de la inmigración en sus análisis, el Banco Central no solo contribuye a mejores estimaciones macro y decisiones de política económica. Indirectamente, también aporta valiosa evidencia para la discusión pública sobre un tema expuesto al prejuicio y al riesgo de populismo.
Afirmar que los impuestos resultan impotentes para alterar conductas de consumo de alcohol o tabaco implica señalar que la demanda por esos bienes es completamente inelástica o insensible al precio.
La oposición ha puesto el acento en la equidad vertical o progresividad del sistema, tema ciertamente relevante. Pero el debate decae si la demanda se expresa a través de la caricatura y el eslogan.
Ad portas de una nueva licitación de operadores, el plan del gobierno apunta al gran pecado de origen de Transantiago: su falta de flexibilidad, de capacidad adaptativa a los inherentes cambios de la ciudad. Varias son las mejoras planteadas.