¿Renovación sin partidos?

2 de Junio 2021 Columnas

En la elección de concejales, el Frente Amplio y el PC sumaron un 21% de la votación, Chile Vamos un 33%, igual proporción que Unidad Constituyente. Ena elección de convencionales, las proporciones fueron 19%, 21% y 15%, respectivamente, Es evidente de dónde provinieron los votos de los independientes.

A la luz de estos resultados, tanto las propuestas para extender las reglas extraordinarias de la elección de convencionales a la parlamentaria, como las razones para oponerse, podrían interpretarse como oportunistas. Por supuesto, ello no significa desconocer el valor que, atendida la realidad actual y la naturaleza de la convocatoria, tuvieron en estas elecciones las facilidades para los independientes. Sin embargo, extenderlas en próximas elecciones no puede limitarse a la conveniencia que ello signifique para una u otra coalición. Por el contrario, la cuestión central responde a si hacerlo contribuye a una mejor democracia. Y creemos que la respuesta es negativa.

En un momento de desprestigio de la política puede parecer un error insistir en canalizar la representación a través de los partidos. Desde hace algún tiempo, estos parecen reunir los peores males de nuestra sociedad, es ahí donde se concentra todo aquello que queremos cambiar. Las encuestas muestran que no cuentan con la confianza ciudadana, y pareciera que muchas veces tampoco de los propios dirigentes partidarios. Por lo mismo, quienes votaron por independientes para la Convención lo hicieron por “la desconfianza y cansancio de los partidos tradicionales”, por “no identificarse con los partidos políticos”, porque “los partidos solo se preocupan de sí mismos” o “porque hay que renovarlos” (Cadem, mayo 2021).

Sin embargo, es importante notar que en las democracias más modernas y sólidas son estas organizaciones las que canalizan las opiniones ciudadanas. Esto no puede ser casualidad. La realidad es que el ejercicio de deliberación, selección de líderes y representación, indispensables en una democracia, requiere de la agregación de intereses bajo una mirada de largo plazo, de estabilidad y transparencia. Son los partidos los que pueden entregar estos atributos. Los independientes típicamente tienen preferencias muy definidas en ciertas causas, pero no una posición conocida en un gran número de temas. Por lo mismo, la política deja de cumplir su papel orientador. Por cierto, las sociedades van cambiando y muchas veces partidos específicos dejan de representar a la ciudadanía o a grandes corrientes culturales o sociales. Pero eso tiene soluciones: reducir las barreras para crear nuevos partidos o la disolución de partidos que no consiguen cumplir con ciertos umbrales. Medidas como estas generan una “destrucción creativa”, que beneficia a la política.

En cambio, facilitar el ingreso de los independientes, quienes no deben cumplir con los requisitos exigidos para los partidos, a la política habitual, no contribuye a los propósitos de fortalecimiento de la democracia, e incluso puede incidir en la crisis de representación. Por ello, no suelen ser realmente una fuerza renovadora del sistema en el largo plazo, más allá de la novedad que pueden representar en un momento específico. En cambio, mayor competencia interna y en el sistema general de partidos políticos permiten una renovación efectiva.

Hace seis años, en junio de 2015, la presidenta Bachelet ingresó una reforma a la ley de partidos políticos, buscando hacerse cargo de su debilitación programática y organizacional. Se introdujeron reformas que buscaban mayor democracia interna y renovación, la inclusión de nuevos actores, mayor transparencia y rendición de cuentas. En paralelo, se efectuaron otros cambios legales para mejorar la regulación de la política, incluyendo su financiamiento permanente. Los resultados no fueron los esperados. Los partidos siguieron sin tener conexión con el territorio y no han sintonizado con los nuevos grupos sociales que han emergido. Su distancia no se puede solo denunciar. Se requiere abordarla con urgencia y decisión.

Desde luego, comprender qué falló nos dará luces para avanzar en la recuperación de la confianza en los partidos, así como en la renovación, apertura e inclusión de todo el sistema. Pero sobre todo, porque a través de esa vía se ayuda a fortalecer la democracia y mejorar de modo efectivo su funcionamiento, logrando conexiones con una ciudadanía distinta, mucho más diversa y plural. En ello se debe perseverar, en lugar de apostar a la promoción de los independientes, un camino que no contribuye a la deliberación de largo plazo que enriquece la democracia. Y tampoco a los mecanismos que permiten darle una mayor posibilidad a que el interés general predomine.

 

Publicado en El Mercurio junto a Harald Beyer, rector UAI.

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