Ph.D. en Investigación en Psicoterapia, P. Universidad Católica de Chile en co-tutela con la U. de Chile. Magíster en Psicología Clínica UAI. Director Académico Diplomado en Mindfulness Relacional y Prácticas de Bienestar UAI.
A mayor consciencia las personas probablemente preferirán dedicar su valioso tiempo estando en la naturaleza o estar presentes con sus seres queridos. Pero más allá de la popularidad de un día, me parece relevante dedicar al menos un día en el año para recordar nuestra capacidad de ser más conscientes, empáticos y compasivos.
Si lo miramos con detenimiento, los libros no son solo artefactos materiales, donde encontramos un conjunto de páginas unidas entre sí, o en nuestros tecnológicos días, un mero archivo digitalizado que traspasamos de una carpeta a otra. Los libros (incluso los malos) son mundos de sentido y significado, que se despliegan ante nuestros ojos en el momento en que los leemos.
Una guerra siempre nos es cercana, porque apela a nuestra humanidad compartida. Reconocemos el miedo y la angustia de quienes son atacados, y no es difícil darnos cuenta qué sentiríamos nosotros si estuviéramos en su lugar. Todos somos refugiados y todos somos vulnerables.
¿Y si en vez de suponer que volveremos a una “normalidad pre-pandémica” desarrollamos una perspectiva alternativa, adoptando una actitud de apertura y curiosidad ante lo incierto?
Si nos detenemos a pensarlo, una de las raíces de las profundas crisis que estamos enfrentando hoy es la visión de mundo que los seres humanos hemos cultivado a partir de esa primera revolución cognitiva (...)
"Varela investigó la conciencia humana sin olvidarse de indagar en su propia experiencia. Lo hizo con los pies bien puestos en la tierra, y a la vez, desplegando una gran capacidad creativa"
Como hombre, quiero permitirme ser vulnerable y equivocarme, una y mil veces, y aprender en el camino, para llegar a hacerme cargo de mí mismo. Quiero tener el coraje de defenderte a ti, a otras y otros cuando llegue el momento, para que la fuerza esté al servicio de la protección.
La interacción virtual homogeniza la experiencia. Un nombre, una fotografía o un video inclusive son apenas un pálido reflejo de lo que la persona está viviendo en la relación que está teniendo mientras se comunica.
Hace más de un año hemos sido golpeados, en el mundo entero y en nuestro país por una pandemia. Aunque la mayoría de nosotros nunca había experimentado una pandemia, llevamos con nosotros la representación mental de lo que es una plaga.
Los tiempos que estamos viviendo nos están obligando a replantearnos nuestros modos de vida y también nuestras prioridades, y en este sentido es un momento poco frecuente, pero significativo para preguntarnos ¿Cómo genuinamente queremos vivir? y ¿Cómo queremos relacionarnos como comunidad?
Queriéndolo o no, la lógica del sucedáneo está permeando nuestros discursos, con el indiscutible riesgo de reemplazar en el lenguaje y en nuestras experiencias lo que antes significaban ciertas cosas.
Hemos pasado de encontrarnos de cuerpo presente, a que muchas de nuestras interacciones estén mediadas por una pantalla, donde la persona aparecen como un rectángulo en nuestra pantalla, y donde nosotros mismos pasamos a ser un rectángulo en la pantalla del otro.