¿Cómo sería vivir en un mundo donde los libros no existieran?

25 de Abril 2022 Columnas

A veces, para valorar algo es necesario imaginarnos cómo sería vivir sin tener ese algo, solo así podemos comprender con mayor nitidez la importancia de aquello que podemos estar dando por sentado.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo sería vivir en un mundo donde los libros no existieran?

Por supuesto, no solo perderíamos un objeto valioso, más profundamente, nuestras vidas se verían empobrecidas a tal grado, que pondríamos en riesgo nuestra propia humanidad.

Si lo miramos con detenimiento, los libros no son solo artefactos materiales, donde encontramos un conjunto de páginas unidas entre sí, o en nuestros tecnológicos días, un mero archivo digitalizado que traspasamos de una carpeta a otra. Los libros (incluso los malos) son mundos de sentido y significado, que se despliegan ante nuestros ojos en el momento en que los leemos.

Aún cuando en sus orígenes los libros fueron utilizados como fuente de registros, ya que en ellos se anotaban las cuentas comerciales o se recordaban leyes y mandatos, gradualmente pasaron a transformarse en canales de expresión, apareció así el relato mítico y las narrativas heroicas. Los libros se transformaron entonces en un lugar donde se comenzó a fraguar el sentido de quiénes somos y de quiénes queríamos ser.

Un texto escrito no es solo un registro de alguien particular, es un reflejo del pensar y del sentir colectivo, que trasciende al individuo, gracias a las letras tenemos una comprensión que va más allá de nosotros mismos. Al leer entramos en contacto con mundos que de otra manera nos sería invisibles y que pasarían al olvido.

Leer nos hace trascender nuestras propias experiencias, las amplían y enriquecen, así, por ejemplo, gracias a las obras de Esquilo y Sófocles podemos acercarnos a entender como habitaban el mundo los antiguos griegos, y gracias a los textos de Borges recorremos senderos que se bifurcan de mundos imposibles, y esto son solo dos ilustres ejemplos.

En un sentido profundo, los libros son una vía de expresión de la inalienable libertad humana, quizás por eso los dictadores prenden hogueras para quemar las páginas que le parecen peligrosas, buscando con ello banalmente extinguir las expresiones de libertad. Pero como bien lo sabemos, una hoja quemada nunca es una idea extinta.

Las letras no describen el mundo, más bien amplían nuestro horizonte de posibilidad. La poesía, la ficción y el ensayo producen algo que antes no existía. No solo creamos mundos de fantasías, constituimos espacios emocionales que antes que la palabra se pronunciara no existían. Desde los antiguos salmos hasta los contemporáneos versos de Alejandra Pizarnik, las letras tienen el poder de remecernos y estremecernos, de hacernos sentir los matices del amor y el desamor. La lectura es la vía para indagar en la inconmensurable experiencia humana, que mientras más exploramos se nos vuelve más inabarcable.

Las letras son un modo de ponernos en contacto unos con otros, tanto con quienes vivieron antes que nosotros, como con nuestros contemporáneos. Cada libro actualiza en el momento presente una conversación nueva.

Volvamos ahora a nuestra pregunta original ¿cómo sería vivir sin libros? Como vemos, no solo implicaría perder un objeto concreto, o tener estantes vacíos. Significaría renunciar a la vida y la riqueza que hay en ellos, significaría perder espacios de intimidad y libertad, significaría resignarnos a habitar en el desierto del alma.

Recién celebramos el día de libro, y podemos apreciar la hondura de su legado.

No quiero vivir en un mundo donde los libros no existan o estén relegados a unos pocos elegidos, en sus estanterías aprisionadas. Quiero vivir en un mundo donde los libros sigan siendo sinónimo de expresión, libertad y encuentro.

Publicado en La Tercera

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