¿Y el instinto de supervivencia?

19 de Marzo 2017 Columnas Noticias

Los seres humanos estamos físicamente “programados” para intentar sobrevivir. Este instinto hace que, al percatarnos de un peligro, todas nuestras capacidades se activen y se concentren en tomar decisiones rápidas para mantenernos a salvo. Sin embargo, en nuestra clase política parece que este sexto sentido está dormido.

Porque si las elecciones de 2016 demostraron algo es que los políticos están en la UTI, al menos respecto de su relación con la ciudadanía. Como lo grafican semana a semana las encuestas, la credibilidad hacia el Ejecutivo, los senadores, diputados y conglomerados políticos está “haciendo agua”. De hecho, en la última Cadem, la institución peor evaluada es el Parlamento, que apenas logra un 12% de aprobación. La Presidenta Bachelet, en tanto, apenas supera el 20%. Pero el instinto no despierta.

Como lo dijo Alejandro Guillier esta semana -en una muestra de vuelta de chaqueta y populismo- el gobierno está paralizado. La salida de Andrés Gómez-Lobos del Ministerio de Transportes es un botón de muestra. Hoy no existe una lectura mínima del entorno, que permita al Ejecutivo y a la Presidenta entender lo que está sucediendo fuera de los muros de Palacio y, por eso repiten una y otra vez errores absolutamente evitables, como anunciar la salida del titular de una de las carteras más complejas el mismo día en que se votaría en la Cámara de Diputados una interpelación en su contra.

Esta misma sensación de suicidios políticos-mediáticos y paralización extrema se vive en el Congreso. La flamante/denostada ley de estacionamientos dejó a los parlamentarios en una encrucijada que ni el humorista más avezado habría previsto: una iniciativa que pretendía hacer justicia, pero que –paradójicamente terminó amparando el abuso de las empresas dedicadas a este rubro.

No contentos con haber generado un articulado lleno de lineamientos a favor de los cobros excesivos, apenas un mes después de la puesta en marcha de la normativa, ahora el Congreso decide discutirla de nuevo. Y las propuestas parecen bromas de mal gusto, orientadas no a solucionar el conflicto, sino más bien a salir bien parado ante las cámaras. Desde la gratuidad de la DC (¿por qué va a ser gratis un servicio de una empresa privada?) hasta permitir un periodo sin pago de acuerdo a las compras realizadas, presentado por la UDI, lo que parece más lógico si no fuera por la explicación de Gustavo Hasbún respecto del monto mínimo a consumir: cuatro mil ochocientos pesos, porque eso es lo que cuestan “dos combos”.

En este enrarecido ambiente los errores no forzados se siguen sumando. La ley de pesca, un caso muy parecido al de los estacionamientos, donde el lobby triunfó en detrimento del espíritu que tendría la normativa inicialmente, con situaciones que la justicia investiga y que hacen pensar que su validez es absolutamente cuestionable. Y en la que, sin embargo, se determinó que no podía votarse nuevamente una regulación al respecto (¿por qué en el caso de los estacionamientos sí? ¿Tiene que ver con que estamos en año electoral o con que la fuerza del lobby pesquero es infinitamente mayor que la de los empresarios de estacionamientos?).

No se puede dejar de mencionar la relación entre política y negocios, que ha tenido a Sebastián Piñera en el centro del huracán aun cuando todavía no confirma -aunque ya sabemos que lo hará la próxima semana- su candidatura. O el silencio de Guillier durante semanas, para volver a los micrófonos con un discurso de populismo extremo, donde el mismo gobierno al que ha defendido, pasa a ser ahora el centro de sus críticas. Porque los candidatos también son parte de este entramado en el que menos de un 40% de los ciudadanos cree que algún dirigente vale la pena para levantarse e ir a votar.

Esta paralización también se extiende a los partidos políticos. El refichaje se ha convertido en un dolor de cabeza, porque además de tenerlos en vilo respecto de la factibilidad de algunas candidaturas -la de Ricardo Lagos, por ejemplo- les ha mostrado, in situ el desprecio de la ciudadanía por la política. Entonces, comienzan ahora el periodo de campaña concentrados en ese “público cautivo”, ese 40% que irá a las urnas porque están comprometidos ya sea con una colectividad o con el sistema republicano de antaño.

Sin embargo, ninguno apela al instinto de supervivencia para salir adelante. La mira no debe estar puesta en repartirse ese 40%, sino precisamente en reconquistar al 60% que no cree en ellos. Porque, como dice Guillier, “como estamos, no hay salida”.

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