Tecnócratas al cajón

9 de Septiembre 2019 Columnas

Que la influencia de los tecnócratas va a la baja parece ser un dato. Si en el pasado caminaban con la frente en alto, hoy lo hacen cabizbajos. Difícil precisar cuándo su decadencia comenzó. Solo sabemos que se les ve cada vez más ausentes de un debate de políticas públicas cuya calidad declina. “Tecnócratas al cajón”. Esa parece ser la consigna de una discusión crecientemente anclada en las buenas intenciones, el eslogan y la búsqueda de popularidad inmediata.

Se acusa al tecnócrata de usurpar el rol que le corresponde a la política. Pero esta es una crítica exagerada. Si la tecnocracia es el gobierno de los técnicos, parece destemplado plantear que algo así realmente haya existido en Chile. Pese a su innegable influencia, incluyendo una tradición de ministros que conjugaron tonelaje político con rigor técnico, la recomendación experta es siempre intermediada por la deliberación política.

Tras el retorno de la democracia, Chile se caracterizó por buenas políticas públicas que fueron la base del notable desempeño económico y social que siguió.  Una simple mirada a los “Worldwide Governance Indicators” del Banco Mundial, por tomar un ejemplo, así lo refleja. Nuestro acceso a la OCDE, institución anclada en la calidad de las políticas públicas, es otra prueba de aquello. En el centro de este proceso estuvieron las recomendaciones de la vilipendiada tecnocracia y de a una clase política que supo intermediarlas.

Y es que técnica y política no son antagónicas, sino complementarias. La primera informa la discusión y la segunda le da legitimidad democrática. La calidad del debate gana cuando el saber experto, desde diversas disciplinas, contribuye a diagnósticos anclados en evidencia, a sopesar los impactos de las políticas y a priorizar, tarea fundamental del actuar político serio. Naturalmente, esto solo puede ocurrir si los políticos son receptivos a ese saber. Pretender que la política pública pueda hacerse a punta de olfato y de buenísimo es una ruta hacia malas decisiones y una expresión de mediocridad.

Lamentablemente mucho de esto se respira hoy. El debate -si podemos llamarlo así- sobre las 40 (35) horas es la más reciente expresión. Demasiada foto con dedos levantados y poca reflexión. ¿Basta el buenísimo de ofrecer trabajar menos y ganar lo mismo? ¿Es honesto aducir mágicos beneficios y ganancias de productividad, pero ningún costo? ¿Es serio no evaluar el impacto en el mercado laboral y olvidarse del costo fiscal? ¿Y qué hay de la fantasía de creer que subiendo el costo laboral se crean empleos? Cuánta razón tiene el Presidente del Banco Central al llamar a estudiar a fondo y tomar conciencia de los efectos de tamaña reforma.

Abogar por políticas públicas ancladas en evidencia y adecuada evaluación parece ser un sano principio “tecnocrático”. Uno sobre el que, durante décadas y más allá de las diferencias políticas, hubo bastante consenso. Esto es lo que hoy se va desdibujando en un Chile de tecnócratas relegados al cajón. Confinados a guardar un costoso silencio.

Publicado en La Tercera.

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