Remedios a fines del siglo XIX

28 de Mayo 2018 Columnas

Durante mucho tiempo, los historiadores han estado dedicados a revisar en la prensa aquellos aspectos que parecían ser los únicos importantes. La lista parecía estar restringida a hechos políticos, económicos o militares, dejando de lado una serie de informaciones que nos dicen mucho más de cómo era la vida de las personas a fines del siglo XIX.

Los avisos, con un lenguaje que mezclaba términos seudo científicos con palabras vulgares, son una ventana que nos permite acceder a la vida cotidiana de los porteños hace más de cien años. En una época donde la medicina no estaba lo suficientemente desarrollada y escaseaban los médicos, los ungüentos, las cápsulas y los tónicos parecían ser una de las pocas fórmulas para mejorar la vida de los porteños.

El “Digestivo Mojarrieta”, disponible en todas las droguerías del mundo, por ejemplo, aparecía como la solución para los enfermos del estómago. El sabor agrio después de las comidas, la sed excesiva, la hinchazón del estómago por poco que se coma, las repugnancias, los mareos, los vómitos persistentes y la diarrea crónica era eliminadas con este digestivo que, según el aviso, era recomendado por eminencias médicas.

Junto a este anuncio, se promocionaba “Apenta”, la mejor agua purgante natural, la más famosa, aprobada, incluso, por la academia de medicina de Francia. Se trataba de un agua importada y que era vendida en todas las droguerías y depósitos de aguas minerales de Valparaíso.

La falta de fuerza, en tanto, podía ser solucionada por el “verdadero” tónico reconstituyente “Hierro Bravais”. El aviso advertía que este tónico, que se suministraba por gotas, no se vendía como elixir ni como vino, por lo que había que desconfiar de las imitaciones y falsificaciones. Su competidor directo era el “Vino Defresne”, reconocido como el más precioso de los tónicos y el mejor reconstituyente.

Si lo que usted quería era dormir bien y despertarse mejor dispuesto a emprender las faenas del día, se recomendaba, antes de acostarse, tomar las  píldoras Catárticas del Dr. Ayer: “No tienen igual como remedio para el estreñimiento, biliosidad, jaquecas y todos los desarreglos del hígado”.

Ahora, si su problema era de carácter urinario, la fórmula recomendada eran las cápsulas de Santal Galole Lacroix, reconocida como la más activa y la más asimilable de las preparaciones antisépticas. Al igual que el agua purgante “Apenta”, era un remedio traído desde Europa y distribuido en el puerto.

Otras enfermedades más comunes como las enfermedades del pecho, “toces recientes y antiguas” y bronquitis crónicas, tenían como expediente más eficaz la “Solución Pautauberge”. Este remedio competía con el Morrhuol Creosotado de Chapoteaut, que era, según el aviso, el más poderoso antiséptico de las enfermedades del pulmón. Gracias al compuesto de aceite de hígado de bacalao podía ser útil para todas las afecciones al pecho, resfríos descuidados, catarros y bronquitis.

Menos llamativo que el resto y confundido entre los avisos económicos, aparecía la “Maravilla curativa del Doctor Humphreys de Nueva York”, un remedio indispensable en las familias que podía complementarse con el “ünguento maravilloso” del mismo médico para las dolorosas almorranas.

Como si estos remedios no fuesen suficiente, El Mercurio de Valparaíso promocionaba el Manual de Electro-Homeopatía y de Higiene, una Revolución en Medicina” generada en el Instituto de Ginebra, donde habían logrado extraer la electricidad de los vegetales y que sería clave para solucionar enfermedades como el cáncer, la tisis, los reumatismos y otras afecciones.

El hecho de que estos anuncios hayan disputado el mismo lugar de relevancia que la llegada y salida de buques y comercio de las grandes agencias del puerto, da cuenta del escaso acceso que existía a la medicina y la necesidad de paliar los dolores en una realidad precaria y en la que el promedio de vida no superaba los treinta años. Más allá de la real capacidad de estos medicamentos para curar a los enfermos, su valor estaba dado por el efecto placebo que deben haber causado en muchos de sus pacientes.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram