El hombre más feo de Chile

22 de Octubre 2018 Columnas

Durante estos días, el Tribunal de Disciplina del fútbol profesional deberá determinar si se aplican sanciones al club Santiago Wanderers por los hechos de violencia ocurridos en el partido contra Cobresal.

Las cámaras han permitido, en este caso, identificar a los protagonistas de estos incidentes y la misma tecnología, junto con la policía, impedirán que puedan regresar al estadio por algunos años. O por lo menos, eso es lo que esperamos.

Lo que antes parecía sacado de una película de ciencia ficción, hoy se ha transformado en una realidad. Asesinatos, secuestros o accidentes ocurridos en espacios públicos coinciden en tener a lo menos una imagen de una cámara de seguridad.

Por esto mismo, no sólo los delincuentes, sino las personas debemos asumir que, para bien y para mal, todo el tiempo somos observados. Potencialmente, alguien podría estar mirándome en este momento por la cámara de mi computador, aunque dudo que alguien se interese por algo tan aburrido. Advierto que este ejemplo no tiene nada que ver con el título de la columna.

El punto es que la imagen fotográfica, transformada ahora en video, cambió la vida de las personas y también significó un enorme cambio en la prensa. Hasta fines del siglo XIX, la fotografía en nuestro país estaba escasamente desarrollada y los diarios no tenían los medios ni la costumbre de incluir imágenes.

El tema resultaba aún más complejo para la policía al momento de tener que identificar a una persona. No había otra forma que hacerlo a través de una serie de caracterizaciones genéricas como “de nariz grande”, “labios gruesos”, “ojos claros”, etc.

A inicios del siglo XX y como ocurría con muchos adelantos, la ciudad de Valparaíso fue la cuna del primer Semanario Ilustrado de Actualidades, la Revista Sucesos: “Una revista destinada a grabar en forma de álbum la crónica de los principales sucesos”.

Aunque no estaba claro hacia dónde iba a derivar la revista, sus creadores fueron descubriendo una veta que empezó a dar jugosos frutos: la crónica policial acompañada de la fotografía. Sucesos comenzó a despertar la curiosidad natural y el morbo de los porteños en cada una de sus ediciones.

Una de las crónicas más llamativas de este semanario tuvo que ver con la entrevista realizada a un conocido delincuente, Manuel Pérez Verdejo, bautizado por el semanario como el “Hombre más feo de Chile”:

“Cuando Verdejo abre la boca, ocurre la idea al que le mira o le escucha de que se ha destapado el brocal de un pozo muy profundo y que hay que ponerse firme sobre los talones a truque de ser absorbido por el pozo. Se trata, en efecto, de una boca tan grande que, sin exagerar, mide cerca de una cuarta y cuando su propietario se ríe llega de oreja a oreja (…) La circunstancia de carecer en la actualidad de dientes y muelas -dice que se los volaron de un puntapié antes de cumplir los 20 años- le permite disimular un tanto aquel exceso; pero el remedio resulta peor que la enfermedad, porque cuando Verdejo cierra la boca, aquello no parece tal, sino el repliegue amarrado de un saco metalero. Los labios con las comisuras y belfos respectivos forman bajo su nariz una especie de nudo de coliflor y aquello no se sabe si es una boca humana o un hocico de chancho, con perdón sea dicho” (Sucesos, 6 de septiembre de 1902).

Fue tal el impacto de la crónica firmada por un tal “Paco”, que habría inspirado al personaje Verdejo de la famosa revista Topaze. No obstante, la imagen del delincuente publicada en la revista no se condice con la descripción. Lo que estaba en el fondo, como explica Teresita Morales en un trabajo sobre este tema, era caricaturizar a estos sujetos y presentarlos como estorbos al proyecto modernizador, sin reparar en el fondo del asunto y las causas detrás de una historia de vida marcada por la violencia y la marginación.

Transcurrido más de un siglo, vale la pena reparar en cuánto ha variado el juicio de la prensa y de nosotros mismos sobre los que cometen actos delictivos. Si nos quedamos sólo en la sanción, estaríamos repitiendo el mismo error de Sucesos, sin abordar las causas y, por consecuencia, en posibles soluciones.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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