La despedida de Michelle

4 de Junio 2017 Columnas

La Cuenta Pública de la Presidenta Michelle Bachelet, la última de su mandato, no hizo más que evidenciar que se está despidiendo. Como alguien que está próximo a su fin la jefa de Estado les habló a los suyos, casi al oído, les susurró que tienen que seguir más fuertes que nunca aunque ella ya no esté.

Sus palabras tuvieron mucho de sentimiento, en un regreso del otrora fenómeno ciudadano que tuvo su candidatura, por allá por 2005. Hubo también algo de mística, esa sensación que la coalición oficialista perdió hace mucho tiempo y no logró reencontrar en estos cuatro años.

Se trató de una despedida en la que Bachelet habló mucho más desde lo hecho, como una madre que felicita a los suyos por el trabajo realizado, aun cuando sabe que no todo está finiquitado y que hubo muchos tropiezos (para qué hablar de la cantidad de “al debe” que quedaron con las regiones y con Valparaíso, en específico). Pero en la última cuenta presidencial, tras un mandato largo y extenuante, no era momento de recordar las caídas ni pedir perdones (que de tanto pedirlos, dejaron de tener mucho sentido). Era una jornada para recordar, para emocionarse y hablar desde la comodidad de una esquina, justo antes de levantar la mano y decir adiós.

Tampoco se trató de un día alegre. Bachelet sabe que no está en el mejor de sus momentos. Apenas 24 horas después de su discurso cuando todavía saboreaba la tranquilidad de haber terminado la tarea, la encuesta CEP nuevamente le recordó que su gobierno ha estado lleno de bajos, más que de altos, y que la caprichosa ciudadanía no la quiere. No a la cabeza del país, al menos. Porque a cinco meses de las elecciones y a menos de un año de entregar la banda presidencial, Michelle Bachelet pasa de ser la presidenta mejor evaluada de la historia reciente (cuando dejó su primer mandato con más de un 80% de respaldo ciudadano) a irse hoy como la Mandataria menos valorada, con un magro 18%, aumentando tristemente su nota promedio de un 3,3 a un 3,9. Tampoco se la puede culpar de todos los males. La ciudadanía ha cambiado y se trata ahora de un grupo empoderado, organizado y muchas veces antojadizo. Que un día quiere cambiar el sistema tributario y al otro día quiere refundar el previsional, pasando por terminar con todas las hidroeléctricas y establecer gratuidad completa en educación. Allí estuvo precisamente el problema de Bachelet. En no entender que la ciudadanía tiene muchas necesidades y es el Ejecutivo el encargado de evaluarlas y priorizarlas. Que Roma no se fundó en un día y mucho menos Chile podía refundarse en un gobierno.

Que la calle no siempre sabe cuántos recursos hay ni tampoco le interesa cuánto crecerá el país, para saber si habrá posibilidad de gastar más. Y ahora, cuando los candidatos comienzan a hacer fila para sucedería, Bachelet se comienza a despedir, probablemente sin entender mucho cómo, si hizo gran parte de lo que pedía la calle (de hecho dedicó de su discurso a revisar uno por uno sus logros), la ciudadanía no la quiere. Mientras, fuera de Palacio, los postulantes se enfrascan en la disputa electoral, pero -paradójicamente- comienzan a cometer los mismos pecados, con frases hechas al calor de las protestas y programas todavía desconocidos. En efecto, quien menos definiciones ha asumido, Beatriz Sánchez es la abanderada que más sube su respaldo -debutando en la CEP con un 4,8% de las preferencias-, aun cuando gran parte de su discurso se limite a repetir que sus propuestas están en constante revisión, de acuerdo a lo que diga la ciudadanía. La periodista es además la que mayor posibilidad de crecimiento muestra. Tiene un 53% de conocimiento, pero es la mejor evaluada y la que tiene un nivel de rechazo menor, lo que permite que su techo sea mucho más alto si se concentra en el gran pedazo de torta que descarta a los candidatos tradicionales y afirma que no sabe por quién votar. Ahí está su público. En ese 35% de magma indeciso que podría interesarse en su propuesta “novedosa”. Mientras, Piñera y Guillier siguen en la pole position pero con altos niveles de rechazo y con la dificultad de tener que convencer a un público que no es el que ya tiene cautivo. Su misión está en el mismo nicho que Sánchez, pero no gozan de la compañía de los Boric & Jackson. Lo cierto es que es precisamente en ese grupo donde los conglomerados tradicionales tendrán su mayor problema, tanto la Nueva Mayoría como Chile Vamos. Porque están desgastados y esta ciudadanía crítica y empoderada quiere novedad y refundaciones permanentes. En esta despedida de Bachelet, en todo caso, lo único que queda claro es que el capricho de la calle no siempre asegura el éxito político.

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