Espejito…

20 de Junio 2017 Columnas

Esta semana fue política, política. Al inicio de la franja electoral con miras a las primarias, se sumó el fuerte debate radial que realizaron los candidatos de Chile Vamos y la “teleserie” venezolana/turca que protagoniza Carolina Goic, con fuertes movimientos telúricos dentro de su comando, pero pocas réplicas fuera de él. ¡Ah! Y se me olvidaba (cuesta recordarlo) Alejandro Guillier, que fue proclamado y lanzó sus primeros ejes programáticos, incluido un lapsus en política cambiaria.

Pese a la politización del ambiente en estos días, la Nueva Mayoría ha estado ausente en el debate, tal como se preveía. Obviamente, su marginación del proceso ha hecho que mantenerse en la agenda sea una tarea cuesta arriba y que, a ratos, actúen con un dejo de desesperación, en pos de continuar presentes en la retina pública. Lo mismo con Carolina Goic, que además representa a un partido bipolar, que intenta ser un “llanero solitario”, mientras asegura seguir siendo parte de la coalición.

No creo en las teorías de la conspiración, pero a ratos parece que la única forma que encontró la Nueva Mayoría para mantenerse visible, ha sido generando controversias, muchas veces artificiales. La bullada renuncia de Pablo Badenier al comando de Carolina Goic (incluso viralizando la información antes de que lo supiera la abanderada), la llegada de un transatlántico como Jorge Burgos, que parece haber soltado la mordaza, porque llegó disparando con todo, y las polémicas declaraciones de la senadora respecto de su compañero de coalición, Alejandro Guillier, acusándolo de izquierdizar el debate, son solo parte de los manotazos para mantenerse a flote.

En cuanto a Guillier, sus ejes programáticos permitieron abrir un corto debate sobre el tipo de cambio fijo del dólar (algo más técnico que ciudadano). Algo más de ruido generaron sus declaraciones respecto de que mantendrá y profundizará lo realizado por Michelle Bachelet en estos cuatro años. ¿Será un buen camino a seguir, considerando que la Mandataria no logra llegar ni al 30% de aprobación?

Pese a lo anterior y lamentablemente para el oficialismo, la pelota estuvo en los arcos contrarios esta semana. Y lo digo en plural, porque –como era previsible- la discusión se centró en la derecha y el Frente Amplio, a propósito de los comicios del 2 de julio. Con polémicas, críticas, esperanza de parte de los comandos, pero con debate e intercambio de propuestas. Como debe ser una campaña.

En el caso de Chile Vamos, fue una semana difícil para Manuel José Ossandón, a quien bien le vendría ahora un curso de manejo de la ira o ver la película “Anger managment”, donde Adam Sandler es un ejecutivo exitoso que no sabe reaccionar a la frustración y termina siendo víctima de la “terapia” sicópata de Jack Nicholson. Claramente el exalcalde no ha sabido responder a la presión. 

Si lo pusiéramos en una balanza, las acusaciones que se le han hecho a Sebastián Piñera antes y durante esta campaña han sido mucho más complejas que las que ha debido enfrentar Ossandón. La diferencia está en que el expresidente contesta lo justo y necesario, y cambia el tema. El exedil, por el contrario, ha tenido un manejo amateur de las recriminaciones, pasando de la victimización al ataque de ira cada vez que se desliza alguna denuncia (otro tema es si los reproches son cuestionables o no, o cómo se manejó la prensa en este ámbito).

Mientras tanto, en Palacio, la Presidenta se sube al carro y decide entrar a la pelea con el Frente Amplio (FA), criticando que son “hijos de…”, como si eso fuera un pecado per se. Alfredo Mayol ya había dado pie a aquello, al incluir en su franja electoral algunos segundos en los que habla de su padre, artífice de la campaña del Sí en 1988. Pero no me queda claro qué es lo inédito: gran parte de la élite política es precisamente “hijo, sobrino, cuñado o esposa de…”. De hecho, Kast también aprovechó sus antecedentes familiares, recordando que su padre era Miguel Kast, también colaborador de la dictadura y uno de los líderes de los Chicago Boys.

Pero en el fondo, lo que planteaba la jefa de Estado era que al FA le falta pueblo. Es posible que esa frase quede resonando algunos días en los equipos de Beatriz Sánchez y Mayol. Pero también debiera dar bote en los demás partidos del espectro nacional.

Porque hace mucho tiempo que tanto el oficialismo como la oposición perdieron la calle, se alejaron del ciudadano común (al que tanto les gusta llamar “pueblo” o “gente”, dependiendo del sector que sea) y se dedicaron a repetirse a sí mismos, mirándose el ombligo: “Espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?”.

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