El triunfo de la violencia en el fútbol

27 de Marzo 2017 Columnas Noticias

El receso del campeonato permite reflexionar sobre temas que van más allá del resultado del fin de semana. Las imágenes del remozado estadio Elías Figueroa con menos de cinco mil personas en el último partido de Santiago Wanderers contra Colo Colo deben llamarnos a replantearnos sobre los problemas que aquejan al fútbol y a nuestra sociedad.

Haciendo un poco de historia, uno de los factores que favoreció la popularización de este deporte en Chile fueron los primeros partidos en que diversos grupos sociales se sentían representados. Los primeros clubes tenían como función unir a grupos acotados de personas con intereses comunes, pero que no aspiraban a transformarse en referentes sociales. Esto explica la corta vida de la mayoría de ellos y que la primera asociación de fútbol haya estado conformada exclusivamente por clubes de británicos que no tenían mayor intención de abrirse a la comunidad.

Hasta fines del siglo XIX, el football o deporte de los gringos seguía siendo una práctica curiosa, pero que, por tener que desarrollarse en espacios libres, fue haciéndose cada vez más familiar a los locales hasta llegar a formar sus propios equipos de fútbol. Santiago Wanderers es un bonito ejemplo de esta síntesis de elementos foráneos y locales. Parte de su nombre evidenciaba la admiración y necesidad de imitar a los clubes ingleses, sin embargo su composición es casi completamente criolla.

Fue en esta etapa que surgió, quizá de forma espontánea, los primeros encuentros que despertaron el morbo de los porteños y en los que supuestamente se enfrentaba Chile versus el Mundo en lo que en realidad debió haber sido una “pichanga” entre un grupo acotado de chilenos y de los tantos extranjeros que pululaban por el puerto.

Asimismo, y en un periodo en el que Valparaíso disputaba en igualdad de condiciones el desarrollo con Santiago, los encuentros futbolísticos surgieron como una opción para demostrar la superioridad de uno sobre otro. Esta competencia dio vida a los populares “Intercities”.

A inicios del siglo XX, los clubes locales fueron reemplazando a los británicos, fue creciendo el número de hinchas y resultó más fácil dar con uno que cumpliera con el perfil de cada uno. Obviamente que los más ganadores terminaron siendo los que sumaron una mayor cantidad de hinchas. En los albores del profesionalismo, en la década del treinta, Santiago Wanderers y La Cruz se repartieron gran parte de las copas que se disputaron a nivel local. Magallanes y Colo Colo hicieron lo propio en la capital. A favor de este último, jugó la gira que realizó por todo Chile y el trágico fallecimiento de David Arellano en Europa.

Fue esta popularidad la que hizo del partido entre Wanderers y Colo Colo uno de los primeros clásicos del fútbol chileno, detrás de cada uno de estos clubes estaba la rivalidad encubierta entre ambas ciudades, un “intercity” disfrazado.

El año 1942 se produjo uno de los enfrentamientos de mayor expectativa después del campeonato ganado por Colo Colo en Santiago y el Wanderers campeón de la asociación porteña. El equipo viajero que, se decía, terminó invicto después de 70 partidos. Aunque el “match” terminó en empate (1-1) la crónica de la revista Estadio destaca lo grato del espectáculo: “De esos partidos que al terminar se escuchan por doquier, en lento avanzar en busca de la salida, los comentarios llenos de entusiasmo por el juego presenciado”.

Pese a la rivalidad, no hay testimonios de enfrentamiento entre hinchas dentro o afuera de los estadios. Gracias a Aurelio Bernal, se conserva uno de los primeros registros fílmicos de uno de estos “matchs” hace setenta años. Las imágenes muestran a los espectadores sentados con sillas al borde de la cancha en un estadio atiborrado de gente. Pese a lo álgido del encuentro, terminaron 3 a 3, los hinchas aparecen felices invadiendo la cancha al término del clásico sin provocar incidentes.

Han pasado décadas, las circunstancias han cambiado y la violencia terminó por derrotar a este deporte. Las graderías vacías del último encuentro son el resultado del miedo y de un canal del fútbol que se ha olvidado de lo más importante, los hinchas. Se muere el fútbol como un espectáculo público, pero también se pierden formas de sociabilidad que son necesarias para la supervivencia de grupos que logran, a través de los clubes, una identificación con su entorno más cercano y que, de otra forma, no podría obtener.

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