El desfile del perdón

30 de Abril 2017 Columnas Noticias

La petición de perdón que hizo el director general de Carabineros, Bruno Villalobos, tras el millonario fraude que se investiga en su institución, fue tema obligado esta semana. Sobre todo, porque -al menos en lo reciente-, esta entidad había tenido que dedicar su discurso de celebración a bajar la cabeza, ponerse roja y decir: la embarramos.

Se trata de uno de los mayores fraudes que se conozcan en los 90 años de historia de la policía uniformada y como tal ha remecido fuertemente a sus integrantes, acostumbrados hasta ahora a ser una de las instituciones de mayor credibilidad y confianza por parte de la ciudadanía.

De hecho, cuando todo aparecía “invadido” por las irregularidades, léase el poder político, el empresarial e incluso las iglesias los carabineros figuraban en las encuestas en el “top five” de la fe pública. En la última CEP, de noviembre-diciembre 2016, lideraban el listado de evaluación de instituciones, con un 54% de personas que decía tenerle mucha o bastante confianza. Muy lejos del 10% que obtenía el gobierno o del 4% del Congreso y los partidos políticos.

Por el contrario, la corrupción, en ese mismo sondeo -y ya hace algunos años-, había comenzado a aparecer entre los principales problemas que aquejaban al país y en los que el Ejecutivo debía concentrarse. En algún momento incluso, había superado a la educación en estas mediciones.

Ciertamente se valora la decisión del general Villalobos de reconocer los hechos y ponerse colorado frente al país. Sin embargo más allá de una fórmula de cortesía, no queda claro que sirva para algo. Porque el ciudadano está cansado de las disculpas públicas sin regeneración, que abundan en las últimas décadas.

¿O será que la próxima vez que nos detenga un carabinero en la calle podemos pedirle perdón por ir a exceso de velocidad, por ejemplo, para quedar libre de culpa? Si uno se remite a la definición de la RAE, “perdón” -entendido desde el punto de vista de quien lo otorga- quiere decir la “remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”. Y desde el punto de vista moral, este concepto requiere de un arrepentimiento genuino, de una fuerte decisión de no repetir la falta y de retribuir el daño causado.

¿Cómo pretende el general Villalobos asegurar que no habrá nuevamente casos así -incluso mientras leemos esta columna- y recompensar al país por el perjuicio? Porque además -y lamentablemente- el uso indiscriminado de la palabra “perdón” ha devenido en un concepto vacío y en el que pocos creen hoy. No es la primera vez que la ciudadanía lo escucha. Y en la mayor parte de las ocasiones, no condujo a una modificación de las conductas ni tampoco a la reparación del problema o el dolor causado.

Sin ir tan atrás, basta recordar el arrepentimiento público de los reos de Punta Peuco, aunque muchas personas todavía no sepan dónde están sus familiares ni qué pasó con ellos. O la petición de disculpas de Michelle Bachelet por el Transantiago, en medio del discurso presidencial de 2007, por un sistema mal implementado que todavía sigue sin funcionar como debiera. O la de la clase política completa, post Acuerdo de Modernización de 2005, tras los primeros casos de corrupción… que hoy vemos repetirse casi con habitualidad.

No se puede dejar de mencionar el “Nunca Más” del entonces comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre. Un acto de arrepentimiento público que en su momento fue histórico, pues era primera vez que esa institución reconocía los hechos y pedía perdón por sus excesos. “El Ejército de Chile tomó la dura pero irreversible decisión de asumir las responsabilidades que, como institución, le cabe en todos los hechos punibles y moralmente inaceptables del pasado”, escribió Cheyre en 2004.

Hoy, 13 años después, el general (r) está detenido por su supuesta responsabilidad como cómplice en el caso La Serena de la Caravana de la Muerte lo que hace pensar que, una vez más, la palabra fue manoseada.

El perdón es la acción por la que se deja atrás algo que nos ofende o daña y por la que se renuncia a la venganza y a “hacer justicia”.

Sin embargo, tanto en el caso de carabineros como en otros, la justicia de todas maneras hará su trabajo y condenará a los responsables. La duda está en si el perdón de la opinión pública estará disponible para la institución, pues lamentablemente la “línea de crédito” de las disculpas públicas está copada.

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