Campañas con corazón

11 de Junio 2017 Columnas

“Algunos creen que la política es sólo ganar elecciones”, dijo el precandidato presidencial de Evópoli, Felipe Kast, esta semana. Aunque el dirigente intentaba criticar la negativa de su contrincante Sebastián Piñera, a realizar debates previos a las primarias del 2 de julio, lo cierto es que esa frase da para algunos análisis más.

Efectivamente, gran parte de la actividad política se concentra en conseguir y mantener el poder. Sin embargo, existe un componente ético que no debiera estar disociado de las labores de representación y que, lamentablemente, a veces desaparece de la esfera pública, en medio del afán por llegar a la cima.

Porque en esta lógica -que en los últimos años se ha acentuado- los contrincantes se convierten en enemigos y -en medio de la lucha electoral- todo pasa a ser válido. Tanto, que se traspasan los límites no sólo de la ética, sino derechamente de la mínima empatía y compasión -ubicación, incluso- que debiera tener cualquiera que aspire a un cargo público.

Esta semana la región vivió momentos difíciles. Uno de ellos, hace justo siete días, fue la explosión ocurrida en Quilpué, donde dos niños y sus abuelos quedaron heridos de gravedad.

Lamentablemente, uno de ellos, Carlos Guerrero Lucero, falleció.

Ellos se llevaron la peor parte, pero en total hay más de cien familias afectadas.

En una situación increíblemente dolorosa para esa familia, pero también para la comunidad y para los compañeros y amigos de los pequeños, no cabe nada más que acompañarlos, acogerlos y ayudarlos. Y desde el punto de vista del Estado, colaborar en la reconstrucción o solución habitacional para las más de cien viviendas que quedaron total o parcialmente destruidas.

Lo otro es música, dice el dicho. Acudir casi a tropezones a interponer querellas -que perfectamente podían esperar-, citando prensa para aquello e intentando ganarle al representante político del otro lado (de hecho, el primer anuncio de acciones legales se produjo el mismo día, cuando todavía los restos humeantes del estallido no se apagaban), no tiene nombre. Aprovechar un tema así de doloroso, cuando todavía hay personas que se debaten entre la vida y la muerte no es hacer política. Y aunque a algunos les cueste entenderlo, no suma votos.

Lo mismo respecto del lamentable fallecimiento de la joven Laura Landeros en la misma comuna. Cuando todavía se desconocía su paradero, mientras la familia hacía infructuosos esfuerzos por encontrarla, poner afiches que pretendían obtener información pero añadiéndole una frase de campaña senatorial, es absolutamente impresentable, aun cuando el parlamentario en cuestión afirme que ese material no salió de su oficina. Flaco favor le hicieron entonces sus partidarios. ¿O habrán sido sus detractores como se sugirió? La campaña electoral no lo vale todo. La política no puede terminar reduciéndose a un tema puramente mediático ni a un show permanente. Se requiere debate, acuerdos, ideas, no solo caras para la foto. Basta ver lo que ha pasado en la ciudadanía desde que el mundo político dejó el debate de propuestas de lado para competir por los flashes y las portadas.

En la última elección municipal, en la región alrededor del 65% de los ciudadanos con derecho a voto prefirió quedarse en su casa antes que elegir a sus representantes municipales. Esa evaluación que todos quienes conforman la Nueva Mayoría, Chile Vamos y los movimientos independientes que han poblado el escenario (y que lamentablemente están ocupando las mismas técnicas), comparten y conocen, no ha pasado de ser sólo eso: un diagnóstico.

En la última CEP, de hecho, un 75% de los consultados dijo estar de acuerdo con que la mayoría de los políticos se dedican a aquello por los beneficios personales que pueden obtener. Más dramático aún, apenas un 6% considera que puede confiar en el Congreso o en los partidos. Estas cifras, que se repiten hace ya algún tiempo, son dramáticas y hablan de una democracia en una crisis profunda, que no tiene que ver con la clásica división derecha-izquierda, sino que pasa a ser un abismo entre ciudadanía y políticos difícil de salvar si no hay un cambio de actitud.

Si Aristóteles hablaba de la política como la búsqueda del bien común, ciertamente no se refería a esto. Los partidos, parlamentarios, alcaldes y dirigentes en general tienen una labor profunda que va más allá de la búsqueda del poder por el poder. Deben realmente poner el corazón por encima del conteo de votos y ser verdaderos representantes de la ciudadanía, una comunidad que en el caso de Quilpué- está dolida y esperando que los niños afectados, su abuela y la familia de la joven fallecida, salgan de la pesadilla que les tocó vivir.

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