Auto de fe

17 de Enero 2022 Columnas

El momento parece exigir un mínimo de confianza y optimismo, apostar a que el presidente electo y su gobierno tendrán la capacidad de sacar adelante la tarea.
Las señales de moderación emitidas por él y la reiteración de su voluntad de construir acuerdos transversales, han sido la expresión encarnada de un ímpetu misionero, que en muchos aspectos recuerda las mejores versiones del caudillismo latinoamericano, incluso con toques de fervor popular semirreligioso.

Hoy resulta impropio estar criticando a un presidente electo, que no ha designado a sus equipos, y que estas primeras semanas ha reforzado los mensajes a favor del entendimiento, la gradualidad y el compromiso con la regla fiscal. Sin ir más lejos, en la Enade habló a favor de una reforma tributaria consensuada con el mundo empresarial y, más impresionante aún, objetivo de llevar agenda de gobierno, cumpliendo con reducir significativamente el di estructural.

Por tanto, al menos hasta la asunción del mando, lo responsable y políticamente correcto sería dejarse llevar por un sobrio optimismo, darle al menos el beneficio de la duda a Boric y sus millenials, destacar su impresionante hazaña política, valorando la fuerza y convicción que trasmite.
Deberíamos estar abiertos a aceptar entonces no solo la sincera conversión del elegido, su paso del radicalismo ideológico a la moderación programática, del respaldo a la violencia al compromiso con el orden público y el estado de derecho.

Del buen juicio hoy dominante nos obligaría también a mirar una coalición formada por el PC y el FA como un experimento de “centro”, casi socialdemócrata, que buscará hacerlos cambios que Chile requiere convocando a todos los sectores. Los mismos que en la Convención Constitucional han disputado descarnadamente los cargos en la mesa directiva, desde bloques distintos, en el gobierno debieran ser aliados con unidad de propósitos, compromiso y lealtad recíproca. Porque la esperanza es lo único que nos queda, al menos hasta que desde marzo se comience a imponer la fuerza de la realidad.

Hasta ese instante, podemos darnos el lujo de confiar en la buena estrella de un país donde la convivencia y las instituciones están semidestruidas, con el orden público socavado por la violencia y la delincuencia organizada, con una espiral de inflación y alza de tasas de interés no vistas en mucho tiempo; finalmente, un país todavía encandilado por una inyección de sobre liquidez sin precedentes, que ha derivado en la mayor orgía consumista de la historia. Convenimos, entonces, que el pesimismo anticipado es un mal augurio, casi un síntoma de frivolidad y egoísmo, en un momento en que lo único elegante es sentirnos todos convocados. Aunque sepamos que, tarde o temprano, los hechos y las evidencias hablarán por sí solos.

Publicado en La Tercera

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram