Hay que dar las gracias cuando los que no creen que sus adversarios puedan ser una mayoría legítima encuentran al final la ocasión para develarse sin eufemismos.
Ese es nuestro gran talón de Aquiles: la incertidumbre sobre si la voluntad política para abordar la crisis actual de verdad existe, y si es lo suficientemente mayoritaria como para poder recomponer las bases de nuestra convivencia.
Por insólito y surrealista que parezca con todo lo que ha ocurrido en el último año, este segundo gobierno de Sebastián Piñera tiene muchas más probabilidades de asegurar la continuidad de su sector en el poder que su primera administración.
La ex Concertación sabe que está hoy electoralmente derrotada y no hay certeza de que tenga la fuerza, la inteligencia y los liderazgos para recomponerse y encabezar una alternativa viable.
Han pasado solo dos semanas desde el plebiscito y lo que algunos ya intentan encontrar son atajos para torcer el espíritu que se plasmó en el imperativo de que los acuerdos tengan un respaldo de 2/3 de los constituyentes.
Así, el imperativo para los que consideran que en Chile hay cosas que preservar es desde ahora cuidar este proceso, procurando que llegue a buen puerto.