Es un error estratégico y valórico oponer la destrucción y salvación del medioambiente a la del arte. Supone que una de las cosas más valiosas que logramos como especie no vale la salvación del mundo.
Es difícil aventurar cuánta corrección paritaria (de salida) resiste la democracia antes de transformarse en un simulacro. Pero se puede afirmar que, cuánta más haya, habrá menos democracia.
Republicanos sabe que el 35,5 por ciento de los votos no son suyos. Son de grupos pendulantes, personas hastiadas de estos procesos y que ahora consideran más probable que ellos puedan cumplir el urgente anhelo por seguridad, orden y prosperidad.
Estas pretensiones de censura no son nuevas. De un modo u otro, ellas siempre han ido a la par del despliegue creativo, como sombras de la estupidez y pequeñez humana.
Más valdría que la ministra se preocupara de regular las condiciones de esta transacción comercial para evitar esta violencia, que en dictar sermones condenatorios, limitando la libertad de las mujeres para ofrecer comercialmente este servicio; y menos todavía, en base a frases vacías sobre “comprar guaguas” o derechamente a prejuicios.
Aprendimos de Tugendhat algo que no estaba en el registro del medio local, en el que la norma era el enamoramiento con el filósofo estudiado: que la pregunta por el sentido de una proposición es completamente independiente del renombre de su autor.
Es siempre recomendable volver a este gran liberal; lo es también en nuestros tiempos, en que el celo moral de la indignación suele despertar al pequeño inquisidor que llevamos dentro.
Lo cierto es que “la voluntad del pueblo” sí propinó una dura derrota al Gobierno. Esto solo puede ser así, luego de la malhadada, y hay que decirlo, extraordinariamente torpe estrategia del ministro Jackson de atar los cambios que el Gobierno propugna con la Constitución propuesta.
Las expectativas cognitivas son a veces inmunes a la decepción. Si el mundo no se ajusta a ellas, entonces hay algo mal con el mundo. Este fenómeno se ha visto profusamente revivido en los días posteriores al plebiscito.
¿De verdad piensa el Presidente que nuestro país, aun con los socios locales que desea sumar, tiene la posición requerida para hacerlo? ¿No habrá aquí, nuevamente, “algo de voluntarismo”?
El arte, naturalmente, consiste en escoger bien las palabras. Pero no en escudarse en un defecto del carácter cuyo correlato es la virtud de la “humildad”, tan preciada por el cristianismo.