Aprendimos de Tugendhat algo que no estaba en el registro del medio local, en el que la norma era el enamoramiento con el filósofo estudiado: que la pregunta por el sentido de una proposición es completamente independiente del renombre de su autor.
Es siempre recomendable volver a este gran liberal; lo es también en nuestros tiempos, en que el celo moral de la indignación suele despertar al pequeño inquisidor que llevamos dentro.
Lo cierto es que “la voluntad del pueblo” sí propinó una dura derrota al Gobierno. Esto solo puede ser así, luego de la malhadada, y hay que decirlo, extraordinariamente torpe estrategia del ministro Jackson de atar los cambios que el Gobierno propugna con la Constitución propuesta.
Las expectativas cognitivas son a veces inmunes a la decepción. Si el mundo no se ajusta a ellas, entonces hay algo mal con el mundo. Este fenómeno se ha visto profusamente revivido en los días posteriores al plebiscito.
¿De verdad piensa el Presidente que nuestro país, aun con los socios locales que desea sumar, tiene la posición requerida para hacerlo? ¿No habrá aquí, nuevamente, “algo de voluntarismo”?
El arte, naturalmente, consiste en escoger bien las palabras. Pero no en escudarse en un defecto del carácter cuyo correlato es la virtud de la “humildad”, tan preciada por el cristianismo.
Hacer cumplir la ley no es una opción para un gobierno, es un deber. Después de todo, la primera función del Estado, y una que lo legitima, es impedir la depredación entre sus ciudadanos.
Muchos de los consejos del padre del realismo político al Príncipe deben evaluarse con precaución y muchos deben rechazarse. Pero hay uno relativo a la elección de sus ministros que serviría al Presidente: cambie ministros.
Los movimientos de mujeres que animan la agenda no han hecho más que poner sobre la palestra lo evidente, lo que todos sabíamos, pero quizás no nos importaba tanto porque lo considerábamos como parte del medio ambiente.
Una agenda particularista eminentemente conservadora y reaccionaria supedita nuevamente el destino al origen étnico: cómo a usted lo traten, los derechos que puede o no invocar, etcétera, dependen ahora de su origen étnico o del origen de los otros.
El dilema pandémico suele presentarse como uno ente salvar vidas mediante medidas restrictivas y salvar la economía. Este es, por cierto, un acercamiento imperfecto a lo que está en juego.