Valparaíso de luto… Una vez más

19 de Agosto 2019 Columnas

“Por ahí pasó la muerte tantas veces, la muerte que enlutó a Valparaíso”. La canción del Gitano Rodríguez parece a veces más una maldición que otra cosa. Porque como si fuera un deja vu diabólico, cada cierto tiempo toda la región –y el país- se conmociona (palabra que le encanta usar a la clase política) ante una tragedia, llámese incendio, explosión o, como en estos días, derrumbe.

¿Mala suerte? Ciertamente sí. Pero antes que echarle la culpa al destino, habría que considerar otros panoramas. Como, por ejemplo, el que la ciudad siempre reacciona después de las catástrofes. Jamás antes. Es verdad que los accidentes ocurren, pero en Valparaíso suceden mucho más a menudo que en otros lugares y casi siempre hay detrás un dejo de indiferencia de las autoridades, que ven, pero no miran; que saben, pero desconocen; que intuyen, pero ignoran.

Eso fue lo que pasó con el “megaincendio” de 2014. Todos sabían que había casas construidas en sectores donde no era seguro que estuvieran. Las quebradas habitadas y los basurales estaban a la vista, la imposibilidad de acceder a esos lugares, en caso de emergencia, era evidente, pero tuvo que ocurrir un desastre, que incluyó más de 12 mil personas damnificadas, 15 víctimas fatales​ y más de 500 heridos, para que la autoridad comunal de entonces, Jorge Castro, la gobernación y la intendencia recién esbozaran oraciones como “lamentamos la tragedia”, “no debía haber casas allí” y el menos feliz “¿Te invité yo a vivir acá?”, del entonces edil UDI.

Lo mismo ocurrió tras la explosión de calle Serrano, en 2007. Como si fuera un coro repetido, luego de la emergencia, en la que murieron cinco personas, se agolparon las autoridades y los expertos que advertían de la vulnerabilidad del sector y recomendaban a la ciudadanía revisar sus instalaciones eléctricas, de agua y de gas. Pero cuando ya era tarde.

En esta ocasión, la realidad se repite. De acuerdo a lo publicado en estos días, el director de Emergencias del municipio advirtió en marzo de este año que habría alrededor de 700 casas que presentan daños estructurales, mientras que otros académicos hablan de más de dos mil inmuebles. Pero recién ahora, tras el derrumbe de la edificación de calle Huito, el Presidente Sebastián Piñera –junto con lamentar la tragedia- afirmó que se estaba trabajando en la vulnerabilidad de viviendas y que se intensificarán estas labores, mientras que el ministro del ramo, Cristián Monckeberg, dijo que se va a avanzar para apoyar a los municipios y detectar zonas de riesgo.

¿Por qué ahora? ¿Tenía que caerse una vivienda completa y morir gente para que las autoridades se den cuenta de que las casas en los cerros necesitan ayuda?

Es cierto que Valparaíso no cuenta con recursos propios para hacer frente a este tipo de estudios, ni a demoliciones. El endeudamiento brutal de la municipalidad hace que cualquier misión de esta naturaleza –o de cualquier otra que no esté estipulada en la sobrevivencia diaria de la ciudad- sea virtualmente imposible. Y por eso, el alcalde Jorge Sharp se apresuró –tras el desplome- a pedirle al ministro de Vivienda colaboración para hacer frente a la necesidad de echar abajo viviendas que tengan riesgo de derrumbe.

Difícil es ignorar, sin embargo, que existen dineros que no siempre se gastan de la mejor forma (hasta hace poco en los medios se cuestionaba, por ejemplo, la licitación de los parquímetros en la Ciudad Puerto, los que lesionaban seriamente las arcas municipales) y que existe un Fondo de Desarrollo Regional que en muchas ocasiones se destina a fines no tan relevantes ni urgentes como el que se analiza hoy. Festivales, fiestas de organizaciones ciudadanas, actividades deportivas y un largo etcétera, cuentan con financiamiento de la región. Llama la atención el orden de las prioridades.

Entonces, aparecen las voces advirtiendo a la ciudadanía que es importante que cada uno revise sus inmuebles, que esté atento a las señales, que no dejen de chequear las instalaciones. Pero en un país en el que más de la mitad de la gente gana 400 mil pesos, ¿es factible pensar que sean los habitantes de Valparaíso los que asuman solos la tarea de gestionar el riesgo y evitar las tragedias? Ciertamente no.

Lo que la Ciudad Puerto necesita, para evitar continuar en este luto triste e intermitente, es planificación. Se requiere un trabajo preventivo de las autoridades, que los recursos se destinen de manera lógica y que estos reenfoquen en las necesidades reales. Es la única forma de evitar que la muerte siga pasando por Valparaíso.

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