Salud mental en los estudiantes

29 de Abril 2019 Columnas

El tema de la salud mental de los estudiantes está en la mesa. Según datos del OCDE, el suicidio ha aumentado en 90% los últimos años y el suicidio adolescente pone a Chile en el 2° lugar del ranking. Las dificultades y presiones en los estudios, sumadas a los desafíos propios de la adolescencia pueden conjugar un panorama sombrío.

La carga de trabajo y las presiones que viven los estudiantes, se sostienen en parte con el argumento de ser “una tradición” que asegura una “calidad” de aprendizaje, lo que bien puede cuestionarse, especialmente respecto a qué se quiere enseñar. Hoy se requieren nuevas habilidades en el trabajo, por ejemplo: emocionales, relacionales, capacidad de emprendimiento. El mundo avanza y en la universidad, sin embargo, se realizan aún prácticas anticuadas y con escaso (o nulo) fundamento científico.

¿Qué educación queremos? ¿Aprender por gusto, pasión, vocación, motivación intrínseca, o por la fuerza, miedo, presión y motivación extrínseca?. Esto atañe a la educación en general: se nos educa, “tradicionalmente”, desde el miedo al error y a la humillación.

¿Cómo aprendemos? ¿Desde las emociones expansivas y positivas (alegría, gusto, disfrute, sentido de vida), o desde emociones negativas (como el miedo)?. Bárbara Fredrickson, investigadora en Psicología Positiva, indica que aprendemos y desarrollamos más recursos desde las emociones positivas.

Además, si los estudiantes requieren de tantas horas extra de trabajo, entonces ¿qué pasa durante las clases? ¿qué métodos de aprendizaje se utilizan y qué tan efectivos son? En términos estructurales de los programas:¿existe alguna coherencia entre las diferentes cátedras para permitir un aprendizaje saludable y óptimo de los estudiantes?. Estos temas van, por supuesto, más allá de la ingerencia de los estudiantes y son responsabilidad de las universidades.

No quiero decir que las universidades y las carreras sean menos exigentes, por el contrario, creo que el desafío está en afinar en “qué” y “cómo” somos exigentes, y también en mejorar las condiciones de enseñanza y en las metodologías de aprendizaje. Aprender a través del sufrimiento y el miedo no debiera ser una opción: no es aceptable que el maltrato, la humillación y las práctica basadas en el abuso de poder sean justificadas como “tradiciones”.

Uno de los grandes desafíos es movernos hacia una educación positiva, donde las fortalezas de los estudiantes les sirvan de punto de apoyo para afrontar sus estudios y desde allí puedan dar un salto de calidad para ser personas y profesionales realizados. Para lograr esto, junto con darles herramientas para manejarse de mejor manera con el estrés y las presiones, habría que replantearse lo que estamos haciendo y cómo. El desafío sería ¿cómo crear las condiciones óptimas para que los estudiantes quieran aprender, desarrollen sus fortalezas y una vida más plena?

Publicada en El Dínamo.

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