La inteligencia emocional es la capacidad para identificar las propias emociones y saber gestionarlas de formas adecuadas, y junto a esto, reconocer las emociones de los demás y también navegar estas aguas de formas constructivas.
En tiempos de crisis como los actuales, donde las confianzas se resquebrajan, surgen memorias traumáticas, y muchos nos vemos sumidos en reacciones de ataque, huida y shock propias del estrés post-traumático, la gestión emocional es clave. He trabajado con diferentes grupos humanos en este tiempo, incluyendo grupos buscando espacios de contención, bomberos, escuela con clases suspendidas por ataque, etc. En todos esos grupos he podido reconocer en el nivel del discurso la búsqueda de un opuesto, de un enemigo, de alguien contra quien descargarse. Esta es una respuesta natural al estrés y trata de una forma de defenderse y liberar la alta carga emocional.
Por otro lado, al ir más profundo, en todos estos grupos he observado la necesidad de encontrar un espacio de descanso, de regeneración, un lugar de confianza para poder ser y decir lo que sienten sin sentirse juzgadas ni atacados por lo que les pasa. En todos los grupos el objetivo central y lo que han valorado las personas ha sido co-crear un espacio seguro buscando un sentimiento de que en el fondo todos buscamos lo mismo, somos juntos y construimos comunidades humanas.
Las lógicas binarias de yo-tu, “los nuestros” versus “los otros”, “nosotros versus los rotos”, etc., son formas de pensar que dividen y que no colaboran a la construcción de nuevas formas de vivir que reconstruyan confianzas. Esas lógicas llevadas al interior de las organizaciones crean división, conflictos muchas veces innecesarios, y tensiones que además pueden rayar en el acoso laboral cuando se ejercen desde cargos con más poder que otros. Lamentablemente, en tiempos donde muchos líderes se sienten desbordados emocionalmente, esto tiene un creciente riesgo de ocurrir.
Es central la gestión emocional de quienes tienen posiciones de jefatura y liderazgo formal. Estas personas tienen el poder de crear el “tono emocional” y tienen amplia influencia y responsabilidad en crear espacios de seguridad psicológica, o por el contrario, contagiar incertidumbre, miedo y replicar relaciones de jerarquía autoritaria. También parece que llegó el tiempo de los liderazgos informales, que ante la ausencia de liderazgos formales positivos pueden crear micro-climas protectores y de seguridad para si y para otras personas. La inteligencia emocional es una clave hoy para tejer relaciones saludables que son mucho más profundas que relaciones basadas en discursos y opiniones polarizadas sobre la contingencia.