Pacto migratorio

17 de Diciembre 2018 Columnas

No pareció una decisión prolija ni bien elaborada. Al contrario, su anuncio sorpresivo y a última hora, la disonancia entre los énfasis marcados por el canciller y el subsecretario del Interior, las descoordinaciones provocadas entre parlamentarios oficialistas, hablan más bien de un camino improvisado, que vino a marcar un quiebre respecto a la defensa que el propio Sebastián Piñera hizo en septiembre del pacto que finalmente decidió no aprobar.

Es cierto que el compromiso con el multilateralismo no obliga a suscribir todos y cada uno de los pactos o acuerdos que emanan de organismos internacionales en que Chile participa; también, que el Mandatario es quien conduce las relaciones internacionales y una evaluación con nuevos elementos sobre la mesa puede llevarlo a cambiar de opinión; pero las tensiones que esta inflexión terminó por provocar en el gobierno y el “fuera de juego” al que fue deslizado el canciller Ampuero, no eran costos inevitables de una operatoria bien concebida.

Sin entrar a discutir los méritos de la decisión adoptada en materia migratoria o sus efectos en el posicionamiento del país en el ámbito internacional, parece evidente que el gobierno se anotó un punto en política interna. Insistir en la necesidad de “ordenar la casa”, reforzando el contraste con la total ausencia de regulación promovida por la administración anterior, cerrar las puertas al tráfico de personas y a la inmigración ilegal, son objetivos que hoy convergen con el sentido común de un Chile mayoritario. La forma como la actual administración marca entonces la diferencia con el gobierno anterior en esta materia, y la respuesta de una oposición que hoy no exhibe ninguna capacidad de acoger las sensibilidades que este tema genera, sólo confirman que -igual como ocurrió con el proyecto de Aula Segura- el estado actual de la centroizquierda está en buena medida asociado a una desconexión cultural con muchas de las problemáticas emergentes.

Sobre ese mar de fondo, la decisión del gobierno terminó abriendo también un nuevo flanco en la oposición, derivado del público respaldo del expresidente Frei a la línea argumental de La Moneda. El desmarque del exmandatario terminó siendo así otro elemento en el interminable mosaico de desafección y desacuerdos estratégicos que hoy tensiona al espectro opositor, una realidad donde, una vez más, la principal línea de divorcio se da en las fibras más íntimas de la DC.

En resumen, el gobierno vino esta semana a confirmar que su política migratoria es un recurso viable cuando problemas o errores de gestión amenazan el control de la agenda. También, que en esta materia la centroizquierda reacciona sin hacerse cargo de los miedos e inseguridades que ella genera en importantes segmentos del mundo popular y la clase media. Por último, que en medio de las perplejidades opositoras siempre es posible beneficiarse de algún “descuelgue” ocasional, en este caso, nada menos que de un expresidente de la República.

Rendimientos políticos que al final del día vinieron a compensar los costos y riesgos de una decisión insuficientemente elaborada.

Publicado en La Tercera.

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram