¿Malestar o despolitización?

8 de Enero 2017 Columnas Noticias

A medida que pasa el tiempo, el diagnóstico de la Nueva Mayoría sobre la sociedad chilena se ha mostrado cada vez más inconsistente. En los hechos, la idea de un supuesto y extendido malestar, asociado con aspectos decisivos del actual modelo de desarrollo, condujo a un delirio refundacional que hoy muestra grandes signos de desconexión con el Chile cotidiano de un importante segmento de la población. Al parecer, una generación política todavía frustrada por su derrota en 1973 terminó proyectando sus propios traumas históricos sobre un país inexistente, lo que finalmente condujo a una enorme desconexión sociocultural que hoy se expresa, entre otras cosas, en una gran distancia y desafección hacia la política.

Más allá de la evaluación del gobierno y las opciones presidenciales, la encuesta CEP conocida esta semana vino a ilustrar grados de ‘despolitización’ de la sociedad chilena realmente sorprendentes; un proceso que ayuda también a entender por qué estilos de liderazgo como el que encarnó hace unos años Michelle Bachelet y hoy se desplaza hacia Alejandro Guillier, logran convertirse en fenómenos mediáticos. Algo que aquellos que siguen viendo a la política como una dimensión por principio asociada al debate de ‘ideas’, de contenidos y programas, simplemente no consiguen entender.

Las cifras del CEP son elocuentes: a comienzo de los años ’90 -cuando se iniciaba la transición a la democracia- el 80% de la gente se identificaba con un partido político; hoy esa identificación alcanza apenas a un 19%. A su vez, en la actualidad el 68% las personas no se sienten ni de derecha, centro o izquierda, y apenas un 9% conversa de política con los amigos, lee noticias o ve programas políticos en televisión. A pesar de lo influyentes que en este ámbito parecieran ser, sólo un pequeño 6% de los usuarios de las redes sociales dice seguir o preocuparse de los temas políticos y, aunque pueda sonar increíble, un 89% de las personas aún no sabe que el emblemático sistema binominal dejó de existir (quizás muchos ni siquiera supieran de su existencia).

Pero lo que resulta todavía más interesante frente a esta contundente evidencia de la despolitización del Chile actual, es el grado de bienestar que la gente dice sentir en su vida personal. En rigor, un 65% tiene altos niveles de satisfacción con su vida en este momento, frente a sólo un 7% que se declara insatisfecho; un contraste que destaca a pesar de los importantes grados de malestar que las personas manifiestan hacia los servicios públicos de salud, la educación escolar y universitaria o la administración de justicia, entre otras cosas. Al parecer, los ciudadanos perciben y tienen clara conciencia de los graves problemas que existen en el funcionamiento de las instituciones públicas y organizaciones privadas, del mismo modo como manifiestan una gran preocupación por el riesgo de perder el trabajo, su escasa pensión presente o futura, los costos de una enfermedad catastrófica o de la educación de los hijos; pero ninguno de esos temores efectivos alcanza al final a desdibujar los elevados y extendidos niveles de satisfacción que una gran mayoría de la gente tiene con su vida.

En definitiva, es probable que entre las razones que explican el alto rechazo a este gobierno y sus reformas no sólo se encuentre la extendida convicción en sus debilidades técnicas, sino también y sobre todo, el desfase profundo que el diagnóstico que las sustenta tenía sobre la sociedad. Al parecer, hubo muchos aquí que no sólo no leyeron el programa, sino que no leyeron tampoco la sociedad que venían a gobernar.

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