Los riesgos de Guillier

22 de Enero 2017 Columnas Noticias

Con la tranquilidad de encontrarse en una posición expectante sin haberla buscado, Alejandro Guillier comienza en las últimas semanas a fijar posiciones; quizás señal de una escasa ansiedad ante el destino que se le impone, o de la libertad de quien sabe que ya tiene una situación lo suficientemente consolidada en el tablero, o ambas cosas. El hecho es que sus primeras definiciones políticas no han sido inocuas y lo ponen en un espectro relativamente sorpresivo.

Aunque en rigor independiente, el senador por Antofagasta forma parte de un gobierno y una coalición que hicieron del diálogo y la búsqueda de acuerdos con la oposición una auténtica herejía, rémora de un pasado concertacionista del cual la Nueva Mayoría debía abjurar, para, entre otras cosas, obtener el certificado de pureza otorgado por el PC.

Hoy, sin embargo, Alejandro Guillier pareciera no tener temor de remover los cimientos oficialistas, al afirmar sin ambages que “con la derecha hay que llegar a acuerdos”, que la política democrática siempre ha consistido en ‘construir consensos’, y agregando que las reformas profundas inevitablemente requieren una base de sustentación amplia. Todas expresiones que lo ubican demasiado cerca de los lindes de su coalición, y que trasuntan una convicción peligrosa para sus proyecciones presidenciales.
Del mismo modo, no debieran salirle gratis sus recientes críticas al diseño e implementación de las reformas emblemáticas del actual gobierno; su cuestionamiento a lo que designó como cambios ‘burocráticos y de papel’, a una reforma educacional centrada en aspectos principalmente ‘financieros’, y su certeza de que, más temprano que tarde, el nuevo sistema tributario deberá ser ‘simplificado’, etc.
En los hechos, una serie de ideas y nociones que lo ponen en un margen de autonomía crítica que no va a ser fácil de digerir en importantes sectores de la Nueva Mayoría, precisamente aquellos para los que la defensa de las reformas en curso es la base de todo lo demás.

Y por último, se ubica su duro cuestionamiento a los ex presidentes de la República que -‘salvo Patricio Aylwin’- se han sentido tan ‘imprescindibles’ que decidieron postular a un segundo mandato.
Una crítica que en términos generales apunta a la falta de renovación de la política, pero que en las circunstancias de la actual campaña podía ser entendida como un dardo directo contra Ricardo Lagos, aunque, en estricto rigor, alcance también a la propia Michelle Bachelet, lo puede abrirle flancos en el propio gobierno.

En resumen, Alejandro Guillier empieza por fin a mostrar sus cartas, posiciones que exhiben una autonomía sorprendente, junto a una escasa aversión al riesgo. Es cierto, la carrera presidencial recién comienza y los puntos del senador se mueven todavía en el ámbito de una conveniente generalidad. Pero no se pueden negar el valor y la independencia de sus convicciones, elementos que, sin duda, contrastan con la ambigüedad y el oportunismo que reinan en el ambiente.

En tiempos donde ningún liderazgo político parece hoy dispuesto a correr riesgos, la decisión de fijar límites y precisar contrastes con su propia coalición no es algo menor. Supone una vocación de transparencia que, sin duda, hará las cosas más difíciles, algo que por sí solo merece algún grado de reconocimiento.

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