Había esperanza

28 de Abril 2022 Columnas

El contundente triunfo del apruebo en el plebiscito en octubre de 2020 trajo consigo grandes esperanzas sobre las tareas de la Convención –y el futuro del país– después del quiebre social. Las expectativas estaban cifradas en que este proceso permitiera no solo renovar la deteriorada legitimidad de la institucionalidad política y sus representantes, sino también volver a encontrarnos. Un participante de un estudio cualitativo realizado por LEAS-UAI, después de las elecciones de convencionales, retrata con precisión ese anhelo: “Estamos como divididos y creo que, para mí, mi mayor esperanza es que […] pueda existir en Chile una mayor unidad en las personas porque esta división de opiniones y de necesidades, está causando que nos estanquemos de alguna manera”.

Sin embargo, casi un año después de las elecciones de convencionales, múltiples estudios de opinión pública –CADEM y Feedback, entre otros– dan cuenta de una caída estrepitosa de la esperanza en torno al proceso constitucional. Una explicación posible de ese declive tiene relación con la polarización ideológica de las élites políticas que los participantes del estudio de LEAS-UAI percibían como un obstáculo para la solución efectiva de problemas sociales.

Los datos que nos entrega la encuesta del Comparative National Elections Project (CNEP), que en Chile realizaron LEAS-UAI y Feedback, muestran un aumento significativo de la distancia ideológica percibida por la ciudadanía entre las coaliciones políticas durante los últimos cuatro años. Por esa razón, los participantes del estudio cualitativo aspiraban a que en este proceso se pudieran dejar atrás las categorías ideológicas rígidas, para poder orientarse a un bien común general del país, “más allá de izquierdas y derechas”.

Por cierto, esta instancia no aparecía en el estudio cualitativo como una “bala de plata” frente a los déficits de la sociedad, pero sí se configuraba como un espacio en el que personas diversas y distintas, a las que participan en el debate político habitual, pudieran articular acuerdos significativos. La creciente desesperanza en torno al proceso constitucional podría entenderse así también asociada a que se percibe que las “nuevas” élites políticas de la Convención, lejos de menguar la polarización ideológica, más bien podrían estar exacerbándola.

La cuestión central de la desesperanza es que no solo cimenta una visión de futuro sombría y paralizante, sino que siembra un terreno fértil para el populismo. Estamos en la cuenta regresiva del proceso constitucional: cómo culmine el trabajo de la Convención, y cómo se despliegue la campaña comunicacional en torno al plebiscito de salida -desde una retórica simplista y maniquea, o bien se apele responsablemente al sentido colectivo, integrador y deliberativo- no es un asunto táctico, sino central para que los pilares del nuevo ciclo político no se socaven antes de iniciarse esta etapa.

Publicada en La Segunda.

 

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