Emocionalidad, acuerdos y un circo emplumado

12 de Marzo 2018

Este cambio de mando pareció ser una obra a tres actos, que sucedían en mundos paralelos. Por una parte, la emocionalidad de una Michelle Bachelet que dejaba La Moneda por última vez, con una especie de alivio inconsciente que se le notaba y que le permitía volver a tener la soltura y el carisma que alguna vez tuvo, mucho antes de que su hijo y nuera le aguaran el gobierno.

Por otro lado, un Sebastián Piñera que parecía alguien muy distinto al que juró en 2010, bastante más mesurado, ponderado, como si los cuatro años que estuvo fuera y la virulencia que caracterizó la campaña lo hubieran serenado y hecho madurar políticamente.

Ayer –al menos en sus intervenciones durante el día- el nuevo Mandatario parecía más calmado que cuando llegó al Congreso hace poco menos de una década. Pese a que las piñericosas no podían estar ausentes de la jornada y la caída de la piocha de O´Higgins pusieron la cuota de humor, el jefe de Estado arribó con un discurso bastante más tranquilo, consciente de que en el escenario actual necesitará de consensos y acuerdos, alejados del concepto del “gobierno de los mejores” que caracterizó su asunción anterior.

Ciertamente hubo semejanzas. Piñera sabe que la política se trata de símbolos y así como en 2010 su primera actividad fue viajar a las zonas afectadas por el terremoto que había azotado el país unos días antes, ahora su prioridad estuvo en los niños del Sename, uno de los pocos temas en los que podía encontrar consenso per se.

En ese escenario, recalcó su concepto central e hizo un llamado al complejo Congreso con el que deberá lidiar: se debe realizar un esfuerzo transversal para “sumar todos al mismo buque”.

En paralelo –o más bien momentos antes de la llegada de Piñera-, en la sede legislativa se vivía la asunción de los nuevos diputados y senadores. Y ahí sí que todo el espíritu republicano, la calma y el llamado a acuerdos tambalearon.

Como decía alguien en redes sociales, da lo mismo cómo se vistan los parlamentarios, mientras realicen su trabajo en pos de la ciudadanía. Pero lamentablemente, algunos nuevos legisladores le dieron un carácter de show a este acto solemne. Y no hablo con esto del vestuario escogido por Florcita Motuda, que causaba risa pero no dañaba a nadie.

El problema estuvo más bien en las palabras revolucionarias de bolsillo de Pamela Jiles, que parecía salida de otro planeta, uno muy farandulero, donde ella, completamente envuelta en plumas, recurría a un popurrí de eslóganes baratos y ponía énfasis en la guerra que pretende librar en el Congreso. ¿En serio piensa en guerra cuando habla del lugar donde se debe “parlamentar”?

Son cuatro años los que deberá legislar este Congreso y gobernar este Presidente. Un periodo en que –como dijo Piñera- se requerirán acuerdos. Ojalá prime precisamente la sensatez, la unidad, los Florcita Motuda con su vestimenta extraña y mensajes pacifistas. Pero por ningún motivo las Pamela Jiles y sus plumas guerreras televisadas.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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