Cuerpo sin alma

18 de Marzo 2019 Columnas

Más de agraz que de dulce tuvo este primer aniversario del Presidente Sebastián Piñera en La Moneda. A un año de haber asumido el gobierno, pareciera que por más que intenta jugadas intrépidas, la pelota no entra en el arco. No hay caso.

Al revés. A veces queda la sensación de que en Palacio están constantemente cambiando las jugadas, intentando sobrepasar al contrincante (que más que en la oposición, está instalada en la ciudadanía y las circunstancias), pero la pelota no entra.

Porque en este primer aniversario de los “tiempos mejores” no había mucho que celebrar. Tanto, que ya se había tomado la decisión de cambiar el slogan a “Chile en marcha”. ¿Hacia dónde? No está muy claro, porque la veleidosa economía sigue jugando en contra, la “admisión justa” se muestra rebelde y la detención por sospecha a partir de los 14 años se ha convertido en pocos días en un boomerang que no pasará la prueba de la blancura en el Congreso. Son propuestas que suenan bien, pero caen a los pocos minutos.

Esta semana el Presidente delineó que el “Chile en marcha” apunta a que el país “deje de estar estancado, frustrado”. Pero faltó ahí una contra pregunta clave: ¿Cómo es eso posible si es el propio gobierno el que parece estar frustrado y estancado?

La encuesta Cadem que se dio a conocer justo esta semana graficó esa situación: la aprobación del Mandatario llega apenas a 37% y su desaprobación se acerca al 50%. Nada muy distinto a lo que marcaba Michelle Bachelet en su primer aniversario (34% de respaldo), pero con una salvedad: la entonces jefa de Estado estaba en plena crisis por el caso Caval, que había explotado solo dos semanas antes de la aparición del sondeo.

Piñera, por el contrario, no ha tenido ninguna crisis que pueda igualarse a la que vivió Bachelet y, aun así, no logra encantar a la esquiva ciudadanía. Parece que las grandes propuestas siempre terminan desinflándose de una u otra manera.

Algunos –incluido el Mandatario- le echan la culpa al exceso de expectativas. Y aquello en parte es cierto. Efectivamente, Sebastián Piñera tiene un talón de Aquiles en ese tema y siempre logra adjetivar de tal manera las propuestas, que pareciera que –por pequeña que sea la iniciativa- está refundando el mundo. Luego, la realidad golpea y resulta que los proyectos no son los mejores, más profundos ni únicos en su especie, como se había adelantado. Le pasó en su mandato anterior, con “el mejor Censo de la historia” y le está pasando ahora.

Pero el problema del gobierno hoy es más profundo que solo exceso de expectativas. Y el encargado de recordarlo públicamente estuvo precisamente en las filas oficialistas: el senador Manuel José Ossandón, que no dudó en cuestionar la viabilidad de este gobierno si no logra hacer trascender su legado dejando la banda presidencial en manos de alguien del mismo sector (aunque la recomendación venga muy de cerca).

En la región, la situación no parece ser muy distinta que lo que sucede a nivel macro. El gobierno, representado por el intendente Jorge Martínez, tampoco ha logrado encontrar una senda política clara, en un escenario donde lo urgente vive comiéndose lo importante y donde apagar incendios (literales o metafóricos) se ha convertido en pan de cada día. Esto, con una región que no solo no logra despegar económicamente, sino que se convierte en la única zona que retrocede en este ámbito, de acuerdo a las cifras dadas a conocer por el core Jaime Perry, mientras Martínez celebraba la ejecución del 100% del presupuesto del 2018.

Pero nuevamente –al igual que con Ossandón- las críticas de su propio sector le hacen tocar tierra.

De hecho, la “buena noticia” para el oficialismo es que la oposición está tan desaparecida y disgregada que –por ahora- no representan un peligro real para las aspiraciones de mantener el gobierno en sus manos en 2022, ni a nivel nacional ni regional. Pero continuar la marcha confiando en la inactividad opositora es un camino demasiado arriesgado como para continuar por él.

Lo cierto es que es precisamente en este momento cuando el oficialismo debe retomar el tranco y encontrar un relato real y convincente, con una estrategia –como dice Ossandón- que permita que la gente empiece a sentir que hay tiempos mejores y que, en otras palabras, le dé contenido a un discurso que hasta ahora ha sido más bien voluntarismo. Que la propuesta de Piñera 2.0 efectivamente sea un cuerpo con alma es responsabilidad del propio gobierno y de su coalición, que hasta ahora no ha sabido convertirse en soporte real de su gestión.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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