Cuerpo sin alma

20 de Septiembre 2020 Columnas

Falta casi justo un mes, pero no se nota. El plebiscito para definir si los chilenos quieren o no redactar una nueva Constitución, y a partir de qué mecanismo se realizaría, ha ido bajando en intensidad, tanto mediática como ciudadana, ante la incapacidad de los partidos políticos de generar un ethos relevante, una épica movilizadora, como sí la hubo -por ejemplo- para la consulta de 1988.

Haciendo un simple ejercicio de memoria, hace 32 años las Fiestas Patrias se celebraron poco más de dos semanas antes de la votación que pretendía decidir si Augusto Pinochet se quedaba ocho años más a cargo del país o se pasaba a una democracia. Ciertamente, el tema era en extremo relevante y se producía luego de 15 años de dictadura, lo que explicaría la importancia que le daban los sectores políticos de lado y lado. Hoy, la Constitución -siendo la norma legal más importante para el país- parece no estar concitando la misma preeminencia. Ni siquiera el mismo respaldo que tenía en noviembre del año pasado, post estallido social.

En 1988, a estas alturas resonaban los cánticos “La alegría ya viene” y “Sí, un país ganador”, que más allá de que se repitieran en los medios, generaban algo en el alma ciudadana. La gente lo cantaba -aunque fuera en silencio, para no tener problemas con el gobierno de turno- y adhería a una u otra opción desde lo más profundo de sí. Las discusiones incluso familiares, cuando las posturas eran contrarias, parecían ser de vida o muerte. Probablemente, el hecho de que la campaña televisiva ya estuviera al aire -con una visibilización de la TV abierta mayor que la que existe hoy- también incidía en el interés de la gente por el proceso.

Remontándonos a aquellos días, la encuesta CEP de septiembre de 1988 mostraba que un 72% de los consultados afirmaba estar “algo” o “muy” interesado en votar en el plebiscito. Hoy, la Cadem de agosto pasado (aunque no son comparables, pues sus metodologías son muy distintas) asegura que apenas un 62% tiene disposición a ir a votar en octubre, cifra que ha bajado en casi 30 puntos desde marzo de este año, cuando alcanzaba al 90%. Eso, sin contar que casi la mitad de los sondeados consideró que era mejor cambiar la consulta para cuando el COVID19 sea un mal recuerdo.

Pero no solo se trata de números. La épica que rondaba las campañas del Sí y el No, en 1988, no está ni cerca de verificarse en las del Apruebo o Rechazo. Puede ser que el coronavirus y las Fiestas Patrias tengan a la ciudadanía y al mundo político en “otra”, pero los aires plebiscitarios están muy escondidos en lo más recóndito del mundo dirigencial de los partidos y La Moneda, con discusiones que surgen como cometas Halley, cada ciertos días, a partir de hechos puntuales, pero que no tienen la fuerza suficiente para convocar al chileno de a pie.

En el aire, se siente aroma a “18”, por supuesto, pero también a presidenciales con algo de municipales. Las figuras que piensan encaminarse hacia el sillón presidencial, en noviembre del 2021 -Joaquín Lavín y Daniel Jadue, por ejemplo, sin olvidar al siempre presente José Antonio Kast- concitan mayor interés, pero tampoco toman como suyas las banderas del Apruebo y el Rechazo, de manera de intentar traspasar su respaldo a una de las dos opciones.

Las municipales y las esquivas elecciones de gobernadores regionales también ocupan el ambiente, con sesudas discusiones respecto de si estas últimas deben aplazarse o no, o sobre qué hacer con los alcaldes que no pueden repostular. Pero de Constitución, muy poco.

Hasta ahora, irónicamente, los principales promotores del plebiscito han pasado a ser Lavín y Pablo Longueira, con ingredientes aportados por el Presidente Sebastián Piñera, a partir del decálogo que presentó con temáticas que sí o sí debieran estar en la nueva Carta Magna. Casi como si diera por hecho que esta será realidad, aunque entregando contenidos ya instalados en las leyes fundamentales actuales.

En realidad, quien más ruido ha metido ha sido el presidente del Consejo Directivo del Servel, Patricio Santamaría, que diariamente intenta defender las medidas que el organismo está instalando para intentar convocar a un plebiscito “seguro”. Si votarán o no los contagiados, si será o no peligroso ir a sufragar, han sido las temáticas, de orden técnico. Pero nuevamente, cero emoción.

Como reza la canción popularizada en los ’80 por el italiano Ricardo Cocciante, hoy día el plebiscito es un cuerpo sin alma. Y en el mes que queda, está en manos de los partidos políticos imprimirle una épica por la que valga la pena que el chileno se levante y vaya a votar.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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