Consolidaciones

31 de Diciembre 2016 Columnas Noticias

Concluye un año donde la desconfianza y la incertidumbre estuvieron permanentemente a la orden del día; un tiempo en el que se esfumaron las últimas expectativas de un ‘cambio de rumbo’ o eventuales rectificaciones por parte del Ejecutivo. En rigor, durante el largo y sinuoso periplo de 2016 la conexión entre ambos estados de ánimo devino, al final, en su antítesis: una extraña aporía donde gran parte de la desconfianza colectiva terminó asociada no a la incertidumbre, sino más bien a las preocupantes certezas que fue dejando instaladas el inexorable rumbo de los acontecimientos.

En el que fue con seguridad uno de sus rasgos más visibles, durante el último año se consolidó el desplome de la cercanía y la credibilidad de la Presidenta Bachelet; un fenómeno inédito por sus alcances y velocidad, y en el que la Mandataria más popular de la historia reciente pasó en menos de dos años a tener un 15% de aprobación. Así, la curva de descenso que se inició con los primeros cuestionamientos al proceso de reformas fue precipitada después por los demoledores efectos del caso Caval, dejando a la autoridad presidencial en un cuadro de anemia no visto desde el retorno a la democracia.

En paralelo, las expectativas generadas por las transformaciones en curso también dieron lugar a una indesmentible certeza: las políticas públicas que buscaron materializar los cambios fueron técnicamente mal diseñas, lo que abrió un abismo que terminó socavando su respaldo, incluso en sectores importantes del propio oficialismo. Esa generalizada convicción afectó, a su vez, las expectativas de consumidores e inversionistas, convirtiéndose en un factor incidente en la consolidación de un cuadro de débil crecimiento económico.

Del mismo modo, la carrera por la sucesión presidencial empezó en los últimos meses del año a mostrar una evidente consolidación de tendencias. La primera de ellas es que, a pesar de sus potenciales riesgos, la oposición no tiene hoy más alternativa para intentar ganar la próxima contienda electoral que la candidatura de Sebastián Piñera. La segunda, que el senador Guillier no ha dejado de consolidarse como la principal -sino la única- opción de la Nueva Mayoría, si lo que pretende es mantenerse en el poder. Es cierto: el escenario es aún fluido y queda tiempo por delante, pero es innegable también que dichas consolidaciones están a la vista, lo que las vuelve cada vez más relevantes en la toma de decisiones que ahora afrontan los actores políticos.

En síntesis, se va un año en el que aspectos clave del proceso político quedaron definitivamente instalados, convirtiéndose en elementos que incidirán con fuerza en los desafíos que se inician. En efecto, Michelle Bachelet ya no volverá a ser lo que fue, realidad que ha dejado un problemático vacío de conducción en un régimen presidencialista; el gobierno y sus reformas seguirán siendo motivo de una amplia desaprobación, lo que mantendrá tensionado el debate público, debilitando aún más las confianzas; a su vez, la caída en las expectativas no permitirá retomar la senda de un crecimiento económico sólido, factor que incidirá cada día más en el nivel de vida de la gente. Y, por último, gusten o no, las verdaderas alternativas presidenciales de oficialismo y oposición parecen estar ya a la vista, lo que en estos primeros meses del 2017 terminará de configurar el escenario en que se dará una batalla presidencial centrada, precisamente, en la voluntad de garantizar o impedir decisivas consolidaciones.

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