Agnes Rocamora: “Hablar de democratización de la moda es engañoso”

4 de Septiembre 2018 Noticias

Agnes Rocamora, destacada socióloga y académica de London College of Fashion, University of the Arts London visita la UAI para realizar un workshop y una charla sobre mediadores culturales en la era digital, ambas actividades son organizadas en conjunto con Arturo Arriagada, profesor de la Escuela de Periodismo y Joanne Entwistle, académica del Departamento de Cultura, Medios e Industrias Creativas en King’s College London.

Revista Ya se contactó con Rocamora y realizó una entrevista que dejamos a continuación:

Conocida como una de las sociólogas de la moda más importante de Europa, estará en Chile el 10 de septiembre para dirigir un workshop en la UAI. Aquí habla sobre el tema central de sus investigaciones: el impacto de las redes sociales en el concepto de femineidad y en el mercado del vestuario.

Ni linda, ni lujosa, ni bien hecha, ni estilosa, ni siquiera llamativa o trendy. Hoy, el mejor cumplido que puede recibir una colección de moda es que sea instagrameable.

Agnes Rocamora, socióloga francesa, doctora en Estudios Sociales y Culturales y académica del London College of Fashion, lleva 20 años analizando este fenómeno. Su tema de estudio es cómo los medios -en especial los blogs de moda y las redes sociales- inciden en el sistema completo de la moda, desde la producción de materias primas hasta el consumo.

La forma que adquiere la moda en cada una de sus etapas está cada vez más mediatizada, asegura. Hoy son las redes sociales, no las calles ni los referentes provenientes del mundo cultural, las que tienen más injerencia en lo que se puede ver tanto en las pasarelas como en las vitrinas.

Ellas están cumpliendo un rol fundamental en lo que Agnes describe como “la mitología de la moda“, es decir, la manera en la que el vestuario y las tendencias impulsadas por la industria de ropa y accesorios son capaces de reflejar y representar valores relacionados con conceptos como femineidad, género, clase social, raza.

Vemos cada vez más mujeres maquillándose de manera algo exagerada para verse bien en Instagram y lo mismo puede decirse en el caso del vestuario. Varios diseñadores (en este minuto recuerdo, por ejemplo, a Alexander Wang) han declarado que tienen a esta red social en su cabeza al momento de diseñar. Otros, como Alber Elbaz en sus tiempos en Lanvin, han dicho sentir mucha frustración cuando sus clientas se prueban la ropa y se sacan fotos inmediatamente, más preocupadas de cómo se ve el posteo que de cómo se siente la ropa sobre la piel -dice Agnes al teléfono desde su oficina en Londres, días antes de viajar a Chile para un workshop sobre mediadores culturales en la era digital, organizado por la Universidad Adolfo Ibáñez para este 10 de septiembre.

Es como si no consumiéramos la ropa misma, sino su imagen. Todos usamos tantas plataformas que esto es cada vez más habitual -agrega.

Algoritmos e inequidad

Como cofundadora y coeditora de la Revista Internacional de Estudios de Moda, Agnes tiene acceso a muchos estudios sobre este tema. A comienzos de agosto, recuerda, salió a la luz una investigación desarrollada por la compañía que distribuye la tarjeta de crédito Barclaycard, donde se demostró que en el Reino Unido uno de cada 10 clientes reconoce comprar tenidas solo para tomarse la foto de rigor, subirla a las redes, y luego devolver la ropa a las tiendas.

Lo sorprendente es que el estudio no se hizo entre adolescentes, naturalmente más asiduos a la ropa y supuestamente más interesados en obtener likes, si no en 2002 adultos, entre 35 y 44 años.

Pero, ¿cómo se traduce, en términos concretos, esta influencia de las redes sociales sobre la moda en sí? Agnes responde: –Un buen ejemplo es el uso del negro, que ha tendido a disminuir porque no se luce totalmente en la instantaneidad que ofrecen las redes, donde se ven menos los detalles y texturas. Instagram está haciendo que haya cada vez más colores en las colecciones de moda, sin duda.

Muchos celebran el hecho de que las redes sociales permiten visibilizar más estilos diferentes, lo cual transmite una idea de moda más cercana y plural.

Eso es cierto, pero se habla mucho de una supuesta democratización de la moda y eso me parece engañoso. En los comienzos de las redes sociales había bastante optimismo con respecto a su capacidad de mostrar gente de a pie, sin el aspecto de una modelo, hablando de moda. Efectivamente, se pueden encontrar en las redes espacios de moda dirigidos a gente de más edad, o con tallas grandes, por ejemplo. Pero estas iniciativas se mantienen aún como voces alternativas. Hoy, las redes sociales se han capitalizado, se han convertido en commodities, y esto ha instalado al canon físico tradicional -joven, blanco, flaco- en los espacios de más visibilidad.

  • ¿A qué atribuye esto?

Las razones son culturales, pero también tecnológicas. La manera en la que funcionan los algoritmos que utilizan las redes sociales ofrece una mirada filtrada, selectiva, de la realidad. Las decisiones humanas son llevadas a códigos que luego reproducen las inequidades.

Agnes pone como ejemplo el libro Algorithms of Opression (New York University Press, 2018), donde la socióloga Safiya Noble analiza en profundidad cómo los motores de búsqueda de las nuevas tecnologías refuerzan el racismo.

Llega a tal punto que si pones “mujeres negras” en el buscador, lo primero que te muestra son imágenes relacionadas con la pornografía. Del mismo modo, si apuntas “mujer parisina”, arroja fotos de mujeres jóvenes, delgadas y caucásicas. Esto es un problema. Algo que debemos intentar corregir– acota.

Esta selectividad, unida al sentido aspiracional propio de la moda, ha impulsado un mercado en torno a lo que se conoce como influencers: personas usualmente admiradas por su estilo o look , que aprovechan su gran cantidad de seguidores para armar un negocio en torno a las redes sociales.

Este modelo, dice Agnes, está en una encrucijada, debido a las crecientes dudas sobre su credibilidad: su trabajo con las marcas -que les pagan y/o regalan ropa y accesorios a cambio de posteos- es cada vez más evidente.

En el Reino Unido, cuenta Agnes, la discusión ha llegado a tal punto que los encargados de las regulaciones de publicidad han “invitado” a los influencers a explicitar contenidos auspiciados. Pero no es aún una obligación legal.

A dónde va a llevar esto a los bloggeros es una gran pregunta -comenta Agnes. –Estas son personas que han encontrado una manera de vivir a partir del ideal de estilo que transmiten. ¿Cómo pueden conseguir dinero si no son creíbles? Necesitan marcas tanto como credibilidad: si eliminan completamente los espacios comerciales, no se financian; si retiran totalmente los contenidos propios, pierden la razón por la que empezaron a tener seguidores. Están atrapados en esta ambivalencia propia de la era de las fake news y, de momento, es una pregunta sin respuesta.

Feminismo y moda

El desplazamiento de la comunicación de moda desde los blogs, cada vez menos influyentes, a las redes sociales, ha tenido para Agnes un costo no menor: se ha perdido, dice, el valor de lo que describe como “moda escrita”.

En sus comienzos, los blogs aportaban mucho más contenido que solo imágenes y es una pena que eso se esté perdiendo, porque las palabras pueden hacer cosas que las imágenes no – opina – Las palabras ofrecen espacio para la crítica, para entender los contextos, los referentes históricos, todo lo que hace que la moda sea un reflejo social.

En esta línea, la pregunta en torno a cómo la moda se relaciona con el movimiento feminista, actualmente en auge a nivel mundial, es muy importante para Agnes. Porque la ve en sus alumnos, donde los temas de género son objeto frecuente de análisis, y también porque ella misma se declara abiertamente feminista.

Es desde esa mirada que se interesó por obtener, hace ya 20 años, su doctorado en sociología, a partir de un estudio comparativo de los discursos vinculados con la moda en la escena británica y la francesa. Y luego publicar sus dos libros: “Fashioning the City: Paris, Fashion and the Media” (2009), un análisis sobre cómo la prensa ayudó a convertir a París en la capital de la moda, y “Thinking through Fashion. A guide to key theorists” (2015), donde junto a la académica holandesa Anneke Smelik profundiza en el aspecto cultural de la moda a través de la revisión de sus grandes pensadores.

Efectivamente hay una moda que ve a la mujer como objeto y a las personas como meros consumidores. Pero la moda también puede ser usada para mantener y promover la equidad de género, combatir el racismo, fomentar la diversidad. En ningún caso debiera usarse como una manera de ejercer algún tipo de opresión -dice, aludiendo a aspectos ampliamente criticados en el mercado del vestuario, como el uso de tallas alejadas de la realidad y la publicidad sexista o cosificadora.

Los estudiantes de moda, asegura, están preocupándose cada vez más de estos asuntos, como también de la sustentabilidad y el impacto medioambiental de su trabajo. Les interesa todo lo que tenga que ver con cómo la moda asume compromisos que van más allá del hecho de ofrecer soluciones de vestuario, porque entienden que, finalmente, tiene aspectos sociales e incluso políticos.

Si bien estos temas llevan un tiempo en la agenda, no han perdido vigencia y así lo demuestra el hecho de que la edición de septiembre de Elle UK gire en torno a la sustentabilidad. El futuro de la moda son los estudiantes, y veo en ellos un interés genuino por los asuntos éticos relacionados con la moda. Pero falta ver qué pasará cuando entren en la industria, porque aunque es un espacio tremendamente creativo, tiende a ser muy conservador en sus prácticas y sistemas de trabajo. Para que temas como la diversidad y la sustentabilidad se instalen definitivamente en el mercado de la moda, la iniciativa no tiene que venir solo de los diseñadores, sino también de las marcas y del Estado -opina.

  • ¿Cuál es su visión sobre el fast fashion?

Hay mucha discusión en torno a ello. Por supuesto que debiéramos aspirar a que más gente consuma menos ropa y opte por productos de mejor calidad. Pero ¿cuántos consumidores están dispuestos a gastar más? Más aún: ¿cuántos pueden hacerlo? Sabemos los costos sociales y ambientales del fast fashion, pero por otro lado, permite que más gente tenga acceso a la moda. Y no está bien la idea de que haya gente excluida de la moda.

Fuente: Revista Ya

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