Violencia en las escuelas: un problema de todos

31 de Marzo 2022 Columnas

Con el regreso a clases presenciales hemos observado con gran preocupación altos grados de violencia dentro de las escuelas. Los estudios nacionales e internacionales ya nos anticipaban este panorama, y es que la salud mental de niños, niñas y adolescentes se ha visto afectada en estos años. El diagnóstico: tenemos un aumento de conductas disruptivas, dificultades en la regulación de sus emociones, baja tolerancia a la frustración, síntomas de ansiedad e irritabilidad. Pero, ¿y qué nos ha llevado a este punto?

Dentro de las hipótesis explicativas que podemos plantear, se encuentra el hecho de que el encierro vivido en los dos últimos años habría provocado una especie de “atrofia” a las habilidades sociales de los estudiantes, producto de la falta de interacciones sociales con sus pares, y por otro lado, la excesiva exposición a pantallas sin que el contenido de lo que se consumía fuera supervisado por adultos. Pero el fenómeno es más complejo aún, y está lejos de ser lineal la explicación del mismo. Hoy nos gustaría al menos tocar una arista que consideramos central del problema, y que tiene que ver con ¿cómo nos encontramos los adultos a cargo?, y es que, somos los adultos, los que desde muy temprano vamos enseñando a gestionar las emociones y a regularse frente al estrés.

En este sentido, lo que hemos corroborado en nuestras investigaciones, es que la pandemia ha tensionado (en menor o mayor medida) a todas las familias, generando un desequilibrio crónico entre los estresores a los que nos enfrentamos, y los recursos para hacerle frente. Este desequilibrio ha generado que padres, madres y cuidadores se encuentren excesivamente agotados, lo que lleva a que tengan más dificultades para regularse (y regular a otros) frente al estrés, y que sean más proclives a reaccionar de forma inadecuada o violenta. Y si en casa, o mientras manejamos, o cuando hablamos por teléfono frente a nuestros hijos e hijas, no somos capaces de gestionar de forma adecuada nuestras emociones, difícilmente podemos esperar que ellos lo hagan. Por lo mismo, las medidas a tomar desde los colegios deben convocar a la comunidad completa, debemos preocuparnos de una sana convivencia escolar, en la que se consideren los distintos estamentos de la misma: estudiantes, educadores y apoderados. Y aún cuando exista una real necesidad de ponernos al día con los contenidos curriculares, no podemos permitirnos en este momento, perder el foco de lo más importante, que tiene que ser el bienestar y el desarrollo socioemocional de los niños, niñas y adolescentes, donde el trabajo con los adultos a cargo se vuelve fundamental.

Publicada en La Segunda.

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