Un meteorito llamado Rojas Vade

17 de Abril 2022 Columnas

En la teoría, el plan funcionaba. La lista del pueblo, un conglomerado conformado por personas comunes y corrientes, ajenas al mundo político, la corrupción, el elitismo y todos los vicios del sistema político chileno, cumplió con el sueño de crear una asociación que reuniera a las “trabajadoras y trabajadores, profesionales, dueñas de casa y personas que soñaban con construir un país mejor, para todas y todos”.

Como si se tratara de una revelación, este grupo parecía alcanzar ese modelo virtuoso con el que soñó alguna vez el anarquista ruso Mijaíl Bakunin, de una organización social estructurada “solamente de abajo a arriba, por la libre asociación y federación de los trabajadores, en las asociaciones primero, después en las comunas, en las regiones, en las naciones y finalmente en una gran federación internacional y universal”.

En esta misma línea, sus miembros se autoproclamaron como los autores del estallido social: “Somos quienes hemos vivido y crecido en la inequidad y la desigualdad, somos quienes nos levantamos un 18 de octubre para decir basta”.

Aunque contrarios al acuerdo del 12 de noviembre, tomaron la decisión de participar del proceso constituyente con el fin de ser ellos, en realidad “nosotres, los y las independientes”, los encargados de escribir la nueva constitución.

El espectacular resultado electoral en la Asamblea Constituyente, con 27 representantes, parecía dejarlos encaminados a una revolución del sistema político que acabaría con las viejas estructuras e instalaría una democracia participativa y directa.

Entre los rostros más llamativos estaban Giovanna Grandón, quien se hizo conocida como la “Tía Pikachú”, Francisco Caamaño, Ivanna Olivares, Marco Orellano y Tania Madriaga, ex directora de la SECPLA de Valparaíso.

Sin embargo, en el momento en que la Lista del Pueblo parecía una locomotora sin frenos, dispuesta a arrasar con las viejas prácticas de la política, el SERVEL encendió las alarmas y rechazó por unanimidad la candidatura de Diego Ancalao Gavilán a la presidencia de la República por no cumplir el requisito de presentar un número de firmas válidas. El bochorno fue completo cuando se supo que muchos de los patrocinios se habían realizado con la firma y timbre del notario Patricio Zaldívar, quien había fallecido en febrero del 2021 y cuya notaría había dejado de funcionar hace cuatro años.

Sin embargo, el desastre completo vino después. Podríamos decir que un meteorito cayó sobre la Lista del Pueblo cuando Rodrigo Rojas Vade, uno de los convencionales más emblemáticos de este conglomerado, reconoció que no tenía cáncer y que había inventado la enfermedad para beneficiarse con la lástima del resto. Ahí se inició el principio del fin de este grupo que terminó cometiendo las mismas prácticas que había criticado y que les había dado sentido como asociación.

Después de poco más de 200 días de esa confesión y en un proceso de desmembramiento continuo, esta semana se retiró el último miembro de la famosa Lista del Pueblo: Cristián Andrade. Las razones las explicó en un comunicado en el que argumentaba que el grupo se había alejado de los objetivos planteados al inicio y porque, además, algunos integrantes de la Lista habían comenzado una campaña de desprestigio contra el trabajo de la Convención a través de noticias falsas.

Finalmente, Andrade, paradójicamente, se hizo famoso por disfrazarse de dinosaurio. Con su renuncia a la Lista del Pueblo, se extinguió la última víctima de este meteorito llamado Rojas Vade y con la partida del dinosaurio azul se acabó la representación de este partido de la Convención Constituyente.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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