Twitter: de pajarito cantor a ave carroñera

29 de Junio 2020 Columnas

El 15 de julio de 2006, Jack Dorsey, a las 12:50 PM, escribió “Just setting my twtrr” (Ajustando mi twtrr). Se trataba del primer tweet de la historia y el inicio de una de las redes sociales más importantes e influyentes del momento. Lo que comenzó como un sistema de mensajes dentro de una empresa, se ha transformado, luego de catorce años, en una herramienta capaz de derribar gobiernos, políticos y personas. El caso más reciente: apenas se filtró que Felipe Ward iba a ser el nuevo Ministro del Interior, las redes sociales revivieron declaraciones desafortunadas que terminaron provocando un cambio de último minuto.

En sus inicios, la particularidad de Twitter era que la plataforma permitía escribir tan solo 140 caracteres. En ese pequeño recuadro debían condensarse noticias, ideas o sentimientos. Sin embargo, ante el éxito comercial de la plataforma, se aumentó la cantidad a 280 caracteres, lo que no ha significado, en caso alguno, mejor calidad.

El presidente Donald Trump ha hecho de esta red el medio favorito para poder comunicarse con el mundo, lo que ha sido objeto, en especial en estos últimos días, de polémica, porque la red ha censurado o puesto alerta sobre mensajes que, considera, violan sus políticas.

¿Qué prohibe o, mejor dicho, qué dice que prohibe Twitter? “Amenazar con violencia o incitarla; incitar o participar en situaciones de abuso o acoso a otras personas; fomentar la violencia contra otras personas o atacarlas directamente por motivo de su raza, origen étnico, nacionalidad, orientación sexual, género, identidad de género, afiliación religiosa, edad, discapacidad o enfermedad”. A estas normas se sumaron, posteriormente, otras medidas, como establecer límite a las cuentas falsas que buscan confundirse con las auténticas (en Chile tenemos varias).

No sabemos si será porque estamos muy lejos o a la red le cuesta mucho traducir lo que decimos, pero muy poco de esto pareciera aplicarse en Chile. Lo cierto es que abrir Twitter durante estos días, debe ser lo más parecido a asomarse a una cloaca, salvo contadas excepciones.

El caso más reciente ocurrió con el ex Ministro de Salud, Jaime Mañalich. El médico, como han hecho otros ministros, comenzó a comunicarse a través de Twitter, con algunas intervenciones más desafortunadas que otras, aumentando con ello el número de enemigos por sobre los adeptos, lo que provocó que el Ministro empezara a bloquear a usuarios que lo insultaban e incluso lo amenazaban de muerte. Sin embargo, la Contraloría (que tiene su propio Tweet, “Contralorito”) prohibe que una cuenta que comparte información oficial bloquee a las personas, lo que llevó a Mañalich a cerrar su cuenta.

La determinación de la Contraloría tendría sentido si esto incluyese a personas naturales con nombre y apellido, cuya identidad es verificable, pero no frente a un seudónimo o un bots (software diseñados para reaccionar de forma automática frente a distintas cuentas), apoyando o rechazando el mensaje.

En este sentido, una red social como Twitter debe cumplir las mismas normas que establece la Constitución Política de Chile respecto a la libertad de expresión. Si bien es cierto que la Constitución establece como un derecho, la libertad de emitir opinión y la de informarsin censura previa, en cualquier forma y por cualquier medio, esto también implica que las personas deben responder por los delitos y abusos que cometan en el ejercicio de esas libertades, de acuerdo con las leyes.

El problema es que en Twitter abundan las cuentas anónimas y falsas y es desde esa trinchera, donde los cobardes se instalan para amenazar, incitar a la violencia y acosar a las personas sin otra sanción que el bloqueo temporal de la cuenta, cuando el daño ya está hecho. Ayer fue Jaime Mañalich, hoy Sebastián Piñera, mañana podría ser Beatriz Sánchez, Giorgo Jackson o Gabriel Boric, etc. Esto no tiene que ver con el color político, sino con el control de la libertad de expresión para que se respete como establece la ley, esto es, otorgando el derecho, pero también exigiendo los deberes que implica hacer uso de éste.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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