Ser, no parecer

27 de Julio 2022 Columnas

Hace unos días, un grupo de activistas interpuso una demanda acusando a KLM de greenwashing por la campaña comunicacional con que la aerolínea se compromete con un futuro sostenible. En mayo pasado, la SEC en Estados Unidos multó con USD1,5 millones a Bank of New York Mellon por haber falseado las calificaciones ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) en sus fondos de inversión. Estos casos no son únicos y dan cuenta de la evolución en la exigencia de sostenibilidad a la cual están siendo sometidas las empresas en el mundo. Una presión que viene por la opinión pública, que en Chile muestra niveles mínimos de confianza hacia el mundo empresarial (18% según la encuesta CEP, 2021). Y también desde el regulador que exige a las empresas reportar resultados financieros, sociales y ambientales (norma 461 de la CMF) y a los inversionistas institucionales incorporar los riesgos ASG y de cambio climático en sus políticas de inversiones (norma 276 de la Superintendencia de Pensiones).

Ya no es posible solo aparecer como sostenible, sino que es necesario serlo, es decir, integrar la sostenibilidad al core del negocio. Cerca de un tercio de las empresas en Chile están en un nivel alto de la integración de la sostenibilidad a la empresa, según un nuevo estudio que publicamos CEFIS y Escuela de Negocios UAI con AmCham (Aninat, Koberg y Arredondo, 2022). Estas empresas combinan altos niveles de acceso a información con involucramiento activo de la alta dirección en materia de sostenibilidad. En general, se trata de empresas grandes, reguladas, abiertas a la Bolsa, de sectores industriales y comercio, donde la regulación y el escrutinio público ejercen un buen rol movilizador hacia el cambio. Pero además de cumplir con las normas, son empresas que muestran una alta adopción de autorregulaciones, con certificaciones y políticas internas que orientan buenas prácticas con los trabajadores, comunidades y proveedores. También incorporan prácticas de innovación asociadas a la ecoeficiencia y transformación de sus cadenas de valor. Es decir, adoptan la sostenibilidad no sólo para mitigar riesgos (multas o cortes de producción), sino también para identificar oportunidades.

Integrar la sostenibilidad requiere una visión de futuro adoptando cambios en el presente. Una pregunta que se susurra es cuánto cuesta transitar hacia la sostenibilidad, especialmente en un contexto de cambios institucionales y volatilidad financiera. El estudio muestra que las empresas con alto nivel de integración no sufren impactos en su desempeño financiero en el corto plazo, pero sí logran un mejor desempeño ambiental y social, en comparación con empresas en niveles medios y bajos de integración. Así, el efecto de ser sostenible (y no solo parecerlo) tiene un beneficio no solo para cumplir con las expectativas de la ciudanía, del regulador y los inversionistas, sino también para desarrollar un nuevo vínculo entre empresa y sociedad.

 

Publicado en La Segunda junto a Esteban Koberg de la Escuela de Negocios UAI

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