Recuerdos de la Fuente Alemana

14 de Febrero 2022

Cuando intentaba hacer mis primeras armas en el periodismo, una de las primeras notas que escribí fue sobre la Fuente Alemana. Releyendo esa columna, escrita hace más de veinte años, aparece la descripción de por qué esta fuente de soda resultaba un lugar tan especial: “La gracia, además de la cantidad y la calidad del lomito, está en que uno ve todo el proceso creativo. Se trata de una verdadera obra de arte que comienza con la apertura del pan amasado; su separación en dos mitades; el relleno con mayonesa natural, chucrut y salsa de tomate de una de ellas y el humedecimiento de la otra parte con el jugo del lomito, a la espera, luego de un breve calentamiento en la plancha, de ser rellenado con un fresco lomito de cerdo cocido. Finalmente, sólo queda unir ambas partes para obtener un lomito gigante”. 

Haciendo memoria, el único lugar que competía en sabor con la Fuente Alemana de Santiago estaba en Valparaíso, específicamente en calle Esmeralda, poco antes de llegar a la Plaza Aníbal Pinto. La fuente de soda Bernal, también conocida por los más veteranos como Parada, tenía los mejores lomitos de la región. Iguales en calidad a los de la Fuente Alemana, pero inferiores en tamaño. Mi papá me llevó por primera vez y me hizo adicto a estas delicias. Lamentablemente, luego del fallecimiento del propietario del local, sus herederos no quisieron continuar con la magia de los lomitos, restringiendo las opciones a la gran ciudad (tiempo después, vi al maestro sanguchero de Bernal en un local llamado New York, pero luego le perdí la pista).

De regreso a Santiago y a este extraordinario local, la columna en comento, además, advertía a los lectores que no cometieran el error de pedir ketchup: “eso déjelo para bailar asereje o para la comida chatarra, La Fuente Alemana puede darse el lujo de prescindir de ese amermelado elemento y no ver mermado su número de clientes”. 

Finalmente, la columna terminaba con una invitación: “Si va a Santiago, no puede no ir. Solo bájese en la estación Baquedano y a unos pasos de la plaza Italia encontrará el cielo. Yo lo hago cada vez que voy cuando trabajo y debo decir que ahí encuentro mi única motivación, pese a que ahí una vez me enfermé de salmonella –cuando la mayonesa no era refrigerada-, en lo que yo consideré más un bautizo que un percance”. 

Pienso en estas líneas a propósito de las numerosas cartas y muestras de apoyo que ha recibido el dueño de este local, Carlos Siri, que ha sido vandalizado desde el 18 de octubre de 2019. En el último ataque, a Siri se le agotó la paciencia esperando la ayuda de las autoridades y trató de defenderse solo de un grupo de delincuentes con un rifle a postones.

Increíble que esto suceda con un gobierno de derecha que, supuestamente, iba a defender a los emprendedores. Más aún considerando que gran parte de los votos que llevaron a Sebastián Piñera a la Moneda por segunda vez no fueron ni gracias a su simpatía ni a su probidad en los negocios, menos por sus chistes, sino por su supuesta capacidad de reactivar la economía y acabar con la delincuencia o, por lo menos, intentar frenarla.

Lo que vemos en Plaza Italia todos los viernes no es otra cosa que vandalismo. Alguno podrá argumentar que las motivaciones de quienes buscan destruir todo tienen que ver con la marginación de la sociedad, la falta de oportunidades o su rabia contra el Estado neoliberal.

No obstante, el resultado son acciones delictuales que deben ser detenidas y castigadas. No puede ser que normalicemos la violencia y no tengamos ni un mínimo de empatía con aquella persona que de forma honesta ha invertido todo su capital y su vida en un negocio que da trabajo a una decena de personas y que tenga que renunciar a él por la indiferencia de un presidente que cuenta los días por terminar su mandato en los plazos establecidos.

De la misma forma como Plaza Italia se transformó en un ícono de protesta, la Fuente Alemana tiene un doble simbolismo. Por un lado, es un emblema de un presidente que, a menos de un mes de finalizar, se cansó de “hacer la pega”. Y, por otra parte, la antigua fuente de soda es un símbolo de la orfandad en la que están miles de emprendedores: los de calle Esmeralda, Condell, Bellavista, Pedro Montt, avenida Valparaíso y otros cientos más que han sido golpeados por el estallido, la pandemia y la indolencia de este gobierno.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

Redes Sociales

Instagram