¿Reconoce el Estado a la familia?

7 de Mayo 2021 Columnas

Estamos conscientes de que la familia se ha hecho crecientemente pública, pero más allá de frases grandilocuentes y afirmaciones legales e institucionales, no la reconocemos como actor protagónico. Si bien el Estado de Bienestar hizo de la familia un foco central de atención pública, ésta ha sido olvidada por la política social. Las familias han sido ubicadas en el extremo receptor del poder político, desconociendo que son tanto objetos como sujetos de procesos históricos. Hoy, la pregunta por cuáles funciones de protección y cuidado debiera ésta asumir y cuáles el Estado, desafía, una vez más, a las tendencias entre la privatización y/o la socialización del bienestar social. A su vez, plantea también cuestiones claves sobre los roles de género y la solidaridad intergeneracional. Por cierto que la familia, cualquiera sea su definición, tiene una historia larga y muy anterior al Estado moderno.

Por siglos fue la principal red de seguridad y de satisfacción de las necesidades humanas. El Estado chileno asumió algunas de estas funciones desde mediados del siglo XIX, sobre el supuesto de que las familias no podían debido a su ignorancia y su pobreza. Posteriormente, el sistema de seguridad social entendió que la sociedad en su conjunto era responsable de las condiciones de vida de la población y esto promovió ciertos modelos de familia, redefiniendo las formas de interdependencia entre sexos y generaciones.

Si bien el Estado social ha sido un potente motor de mejoramiento social, hoy la sociedad como fuerza solidaria recupera protagonismo ante la frustración de un Estado que se percibe casi impermeable a la reforma, poco flexible y demasiado complejo. Esta discusión ha introducido un tercer lado que recupera a la familia como actor fundamental en la construcción de la democracia. Pero tanto el Estado como el mercado aún se resisten a reconocerla, porque la sociedad moderna es una de individuos libres e iguales. En cambio, la familia es un cuerpo configurado por otro tipo de lazos, distintos a los allí presupuestos.

Ella ha sido considerada como un espacio distinto de la vida social, distinguible de la sociedad civil y, por cierto, del Estado; en el orden de las relaciones sociales, la familia ha sido considerada como el espacio de las relaciones naturales. También nos resistimos a reconocerla, porque la familia, nos guste o no, es un cuerpo jerárquico, cuya estructura presupone o hace efectiva una desigualdad entre hombres y mujeres, entre adultos y niños. Y, además, si la miramos lo hacemos con miopía ideológica.

La perspectiva histórica nos rehabilita para conocer que el Estado llega a los individuos, pero hombres y mujeres han operado en redes que elaboran sus propias estrategias y una de ellas, sino la principal, es la familia. Su incorporación demuestra que detrás de las demandas sociales no hay individuos aislados, sino familias que en la definición de las políticas públicas están presentes de modos concretos.

Publicado en La Segunda

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