Razones para un bicameralismo fuerte

21 de Marzo 2023 Columnas

En la OCDE el 52% de los países tiene un sistema bicameral. Lo mismo, la Unión Europea. La Constitución, según sus bases, tendrá un Parlamento bicameral. Queda abierto si la segunda cámara será revisora, es decir, si aprueba todas las reformas constitucionales y leyes (“bicameralismo fuerte”), solo algunas, como el proyecto rechazado, o ser, más bien, consultiva. Haciendo sumas y restas me inclino por una segunda cámara revisora general, como lo ha sido el Senado desde los inicios de la República. ¿Por qué?

La Cámara de Diputados nos representa como ciudadanos y ciudadanas de Chile. En cuanto ciudadanos, somos iguales. Su principio es “una persona, un voto.”

Pero la vida humana transcurre en la tierra. Nacemos, crecemos, trabajamos y tenemos hijos en un territorio. Eso crea pertenencias, intereses, miradas. Son experiencias que nos definen. Chile no es solo un número de habitantes. Las regiones deben estar presentes en la segunda cámara y —a diferencia de la Constitución actual— creo que debe haber igual número de senadores por cada una de ellas. Es un contrapeso al poder de los grandes centros urbanos. Y ayudaría a reducir la fragmentación política. Es también donde deben estar representados los pueblos originarios. “La justificación principal para instituir una legislatura bicameral… es darle una representación especial a las minorías… Deben darse dos condiciones: la Cámara Alta debe ser elegida a partir de una base diferente que la Cámara Baja, y debe tener poder real —idealmente, tanto poder como la Cámara Baja” (Lijphart, 1999).

El proyecto rechazado hacía una lista de las materias de interés regional. Así, la Cámara de las Regiones no aprobaba, por ejemplo, cambios al Código de Aguas. Absurdo. No es posible definir a priori qué será mañana de interés regional y qué no. Los representantes de las regiones deben revisar todas las leyes. Eso es poder real.

Segunda razón: la segunda mirada a los proyectos de ley. Volver a examinarlos no es superfluo ni redundante. Es una oportunidad para mejorarlos y aprobarlos con consensos amplios y más legitimidad. Una asamblea distinta a la de origen estudia el proyecto de nuevo. Es bueno pensar dos veces decisiones importantes.

Esa reflexión demora la aprobación de las leyes. Pero el Senado ha sido más rápido que la Cámara. Le saca más de dos meses de ventaja. Ha aprobado el 65% de los proyectos y el 79% de los proyectos presidenciales (Toro et alia, 2022). Los datos echan a pique fantasías, como que el Senado bloquea sistemáticamente los proyectos.

Las redes sociales no están fuera; están dentro de nosotros. El mundo real y el virtual están cada vez más interpenetrados. En el anonimato y en las expresiones tribales renacen instintos primitivos. Freud: a veces volvemos a ser “animales de horda” y pronto se añora al caudillo que reponga al “terrible padre primitivo”. Ya Polibio escribió que la democracia podía decaer hasta ser un gobierno de turbas. Las redes incentivan la polarización, la volatilidad, el populismo de derecha o izquierda. (Sunstein, 2018; Gurri, 2018; Allcott et alia, 2020; Guriev et alia, 2021).

Necesitamos dispositivos que contrarresten estos males sin sofocar la libertad.

La segunda mirada es hoy más necesaria que nunca. La pausa permite apagar emociones políticas, algunas tan intensas como pasajeras. Que el período senatorial dure más, da serenidad y atención al largo plazo (Tsebelis y Money, 1997). La segunda cámara ha de tener suficiente poder como para “pensar de nuevo” (Russell, 2013).

Tercera razón: el riesgo de captura. Dos cuerpos independientes que discuten un proyecto le dan visibilidad. Hay tiempo para que los medios y la ciudadanía los examinen. La deliberación pública dificulta su captura por parte de intereses económicos, gremiales u otros. El clientelismo se facilita en la opacidad.

La captura puede ser política. Obama: “una democracia no necesariamente muere con un golpe militar, también puede morir en la urna electoral”. Autócratas elegidos son hoy el gran peligro de las democracias: Rusia, Venezuela, Hungría, Polonia, Turquía, India, El Salvador… países unicamerales o con una sola cámara relevante. La segunda cámara revisora, elegida por partes y que el gobernante no puede disolver, es un antídoto. Si hay una sola cámara relevante, el gobernante que la controle se hace de todo el poder. Más, si puede disolverla. El contrapeso, de hecho, viene dado por parlamentarios de su propia coalición. Hay culturas políticas donde ese contrapeso basta. En otras, parece que no.

De un sistema presidencial con bicameralismo fuerte no se espera una armonía de coros angélicos, tampoco una lucha frontal de enemigos, sino cierta fricción de poderes, una tensión creativa que permita gobernar y, a la vez, exigir y controlar a quien gobierna.

Publicada en El Mercurio.

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