Novatadas (o problemas de aprendizaje)

29 de Enero 2023 Columnas

Ya pareciera un mantra o derechamente una maldición. Pero cada vez que parece que las cosas se están calmando para el gobierno de Gabriel Boric, aparece un disparo en los pies, tanto del mismo mandatario como de otros miembros de su equipo. Los autogoles se han transformado en una constante.

El problema es que en este partido todavía ni siquiera llegamos a la mitad del encuentro y ya algunas de sus figuras están empezando a ser expulsadas de la cancha. Otras, deberían derechamente salir por cuenta propia antes de que la tarjeta roja llegue por parte de la ciudadanía. Porque si se echa un vistazo a las encuestas, la amarilla hace rato que está brillando para Boric y varios de sus ministros y ministras.

Hasta ahora las crisis se han sorteado ignorándolas o cortando el hilo por lo más delgado. Así, los errores se siguen cometiendo, como sucedió con Izkia Siches, que se mantuvo en Interior mucho más de lo aconsejable, saltando de un conflicto a otro, hasta que finalmente no quedó otra opción que salir.

Pero en el caso de Ríos, ella asumió la decisión de indultar a algunos personajes que -pese a haber sido apresados en el contexto del estallido social- tenían un prontuario anterior que daba para gigantografía. Y, además, entre ellos se incluyó al exfrentista Jorge Mateluna, lo que motivó la indignación de la derecha y el quiebre de la mesa de seguridad, que tanto requiere el gobierno.

Y sí, el decreto fue firmado por la exministra. La pregunta es cuán enterada estaba ella de los detalles. Así como el propio Boric no había sido informado de varias aristas, es posible que Ríos tampoco. Pero como corresponde, asumió la responsabilidad política y salió de su cargo relativamente rápido.

Pero ese ejemplo no sirvió para el mega “condoro” de esta semana en el Ministerio de Relaciones Exteriores, con el audio que se filtró urbi et orbe. Allí, tanto la canciller, Antonia Urrejola, como otras autoridades del sector parecían estar más bien en un asado de fin de semana o incluso en un “carrete” universitario y no en las oficinas de una de las carteras más importantes para la inserción de en el mundo. En la grabación, los garabatos iban y venían, y los términos para referirse al embajador argentino Rafael Bielsa y al canciller trasandino, Santiago Cafiero, eran más propios de un estadio que de otra cosa.

Todo lo anterior, en una repartición de gobierno, en la que las formas y el protocolo a veces son tanto o más importantes que el fondo. Y cuando, además, se trata de temáticas que tienen que ver con los países vecinos, con los cuales normalmente hay que pisar sin quebrar huevos, y hasta casi sin respirar, para no “meter la pata”. Pero Urrejola y su equipo la metieron bien hasta el fondo.

Una vez que se conoció el “error”-con tal suerte que justo el presidente estaba precisamente en Buenos Aires con la ministra- la decisión que se tomó para supuestamente enmendarlo fue una burla: sacar solo a la directora de Comunicaciones del ministerio, Lorena Díaz (una gran profesional que ha trabajado en varios gobiernos de centroizquierda. No es precisamente una novata ni una “espía” dejada por el mandato anterior, como sugirió Daniel Jadue).

¿Responsabilidad política? Nadie. ¿Mea culpa? Nadie. Se saca al último pelo, de la última cola, del último gato. Y Urrejola -en estilo unicornio- se limita a decir que la situación “ya está superada” y que no representa las “excelentes” relaciones entre Chile y Argentina. ¿Opciones de hacerse cargo y presentar su renuncia? Ninguna.

Para aliñar más el desaguisado, el propio mandatario se mete al baile de las RR.EE. criticando el manejo de su par peruana, Dina Boluarte, de las violentas protestas en ese país. Obvio, las relaciones se tensaron. Porque no es lo mismo que el diputado Boric diga algo así a que el presidente Boric se meta en política interna de otra nación. ¿No tenía a nadie a quien mandar para que dijera eso? ¿Algún diputado, senador, presidente de partido? Porque sí, se están violando los derechos humanos, ha habido muertos y heridos. Pero el jefe de Estado no puede meterse en política interna de otro país. Así de claro.

Hasta ahora, las relaciones internacionales siempre fueron tratadas con sumo cuidado por todos los gobiernos desde el regreso de la democracia. Era probablemente el único tema que unía a derecha e izquierda. Pero hoy es víctima de una nueva novatada del gobierno, que va a cumplir ya un año en La Moneda y no hay caso. Los problemas de aprendizaje siguen pasándole la cuenta.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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